Un obispo lleva 10 días en huelga de hambre en Brasil contra un trasvase
La Conferencia Episcopal lo considera un gesto de martirio en favor de los pobres
Luiz Flávio Cappio, el obispo de Barra, localidad situada en el Estado de Bahía, al noreste de Brasil, lleva 10 días en huelga de hambre y está dispuesto a morir si el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, no desiste del proyecto de su Gobierno de desviar parte del curso del río San Francisco. Cappio es apoyado por la Conferencia Episcopal brasileña, que considera el acto de protesta como un gesto de martirio a favor de los más pobres. Los detractores del prelado lo consideran un suicidio. Lula ha enviado una carta al obispo pidiéndole que desista. Cappio se niega.
El obispo se encuentra en una pequeña capilla levantada por un campesino a 200 metros del río, a cuya orilla se acerca cada día para beber su agua, lo único que consume desde el pasado día 26. Hoy cumple 10 días de ayuno. El lugar, cercano a la población de Cabrobó (en el Estado de Pernambuco), se está convirtiendo en un centro de peregrinación de muchos brasileños para pedir al obispo su bendición.
Cappio, un experto en el río San Francisco, del que ha publicado un libro exponiendo su relevancia, ha dejado escrito ante notario su voluntad de dejarse morir si Lula no paraliza el proyecto, lo que ha preocupado al presidente y su equipo. Lula visitará Roma entre los próximos días 15 y 17, y teme que el conflicto con este obispo, que ya preocupa al Vaticano, pueda impedir el deseado encuentro con Benedicto XVI para reforzar la imagen del presidente en un momento de fuerte crisis política de su Gobierno y de su partido, el Partido de los Trabajadores (PT). La única esperanza de Lula es que la salud del obispo pueda agravarse y necesite ser hospitalizado. En ese caso, los médicos tendrían que asistirle para evitar su fallecimiento. El pronóstico de los facultativos es que Cappio no podrá resistir, en el mejor de los casos, otros 15 días sin perder el conocimiento.
Ayer, festividad de San Francisco de Asís, el obispo en huelga, que es un religioso franciscano de la teología de la liberación, encontró fuerzas para celebrar una misa ante cerca de 3.000 personas, entre ellas tres obispos, que llegaron de varias partes de Brasil para solidarizarse con él.
El obispo agradeció a Lula la carta que le envió pidiéndole que desistiese de la huelga de hambre y convocándolo para dialogar, pero insistió en que sólo un documento escrito por el presidente de la República anunciando que desiste del proyecto del trasvase de las aguas del río San Francisco le hará tomar de nuevo alimentos. "Yo pido al divino Espíritu que ilumine a Lula para que no deba arrastrar sobre su conciencia este peso durante toda su vida", dijo ayer el obispo Cappio.
El proyecto del trasvase de las aguas del tercer río mayor del país se arrastra desde hace 12 años por los posibles daños que podría acarrear al medio ambiente. Este río tiene 2.800 kilómetros de extensión y una cuenca de 641.000 kilómetros cuadrados; nace en el Estado de Minas Gerais, en la sierra de Canastra, y desemboca en el océano Atlántico, entre los Estados de Sergipe y Alagoas. El río tiene un caudal medio de 2.600 metros cúbicos por segundo. Y los defensores del trasvase calculan que éste sería de 70 metros cúbicos por segundo (12 veces más que el caudal mínimo del Tajo a su paso por Aranjuez). La obra costaría 1.400 millones de euros y pretende ser el proyecto más vistoso del Gobierno de Lula, cuyo objetivo sería llevar agua a los Estados del noroeste del país, que son semidesérticos y de los más pobres.
El obispo en huelga de hambre considera, en cambio, que se trataría más bien de favorecer el "agronegocio", es decir, a los terratenientes más ricos, y que el proyecto no tendría en realidad repercusiones para las poblaciones más pobres. Cappio, que fue votante de Lula, siempre ha defendido que es peligroso tocar el curso del río y que la mejor política para los pobres sin agua es la de ofrecerles la posibilidad de realizar pozos y de contar con cisternas, así como con infraestructuras para recoger las aguas de lluvia.
La Conferencia Episcopal -que aplaudió la victoria de Lula, pero que en la actualidad se siente traicionada por la política de su Gobierno, con poca repercusión para las comunidades más pobres- opina que no se puede emprender una obra de esa envergadura, cuyas consecuencias ambientales son aún imprevisibles, sin un diálogo abierto con toda la nación y sin contar con estudios científicos y sociales más amplios.
El obispo Cappio recibió ayer la visita del obispo Tomás Balduino, presidente nacional de la Comisión Pastoral de la Tierra, órgano de la Conferencia Episcopal. Para Balduino, ésta es una oportunidad "para que el presidente Lula haga un gran gesto simbólico en favor de los sin voz y de los sin vez". De lo contrario, añadió, "Lula, y sólo él, será responsable de la vida del obispo, ya que fue avisado a tiempo". El presidente, que ha recordado que también él hizo huelgas de hambre cuando era sindicalista, ha dado a entender que no cederá y, citando la Biblia, ha afirmado que él "tiene más paciencia que Job".
Durante un debate sobre esta cuestión celebrado ayer en el Senado de Brasil, Teotonio Vilela, senador del partido socialdemócrata PSDD, recordó que el Banco Mundial se declaró ya en contra del proyecto del trasvase porque considera que no tiene finalidades sociales.
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