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Alfredo Bryce Echenique narra sus "ires y venires" de Europa a Perú

El escritor publica 'Permiso para sentir', la segunda parte de sus 'Antimemorias'

Una vez alguien escribió que Alfredo Bryce Echenique no sería Alfredo Bryce Echenique sin sus "ires y venires". Al escritor parece haberle gustado la definición y la utiliza para iniciar y acabar Permiso para sentir, la segunda parte de sus Antimemorias (Anagrama). El tránsito de Perú a Europa y de Europa a Perú -sus "regresos a Perú", el último de ellos, en 1999, "atroz"- tiene, pues, un protagonismo especial en un libro donde aparecen también el Mayo del 68 en Francia, la "gran desilusión" de Cuba, la amistad, las mujeres, la escritura, el boom...

"Éste ha sido un libro duro, duro, duro...". Así resumió ayer Alfredo Bryce Echenique (Lima, 1939) el proceso de elaboración de un volumen en que, sin embargo, la dureza y la melancolía están tratadas con una alta dosis de humor marca de la casa. Como cuando se presenta a sí mismo como una especie de Quijote contemporáneo que trata de mantener cierta cortesía y decoro en el vestir en un entorno mal educado y de peor gusto. O cuando inicia un capítulo con la siguiente frase: "Definitivamente, soy al revés".

Duro fue, explicó Bryce Echenique, el regreso al Perú de Alberto Fujimori después de más de tres décadas en Europa, en París, Montpellier, Madrid, Barcelona... No sólo fue por culpa de algún encuentro incómodo -con paseíllo en coche con insultos y amenazas incluido- con los esbirros del ex presidente, sino por la nostalgia de un país, un paisaje y unas gentes que habían cambiado: "Cuando decidí liquidar mi vida en Europa me encontré con un Perú atroz. Tuve una llegada muy penosa. La Lima que yo amaba había prácticamente desaparecido", explicó el autor de Un mundo para Julius y La vida exagerada de Martín Romaña. "Mi casa se convirtió en una casa fitzgeraldiana en la que organizaba fiestas para recuperar a la familia, a los amigos del colegio, a los escritores... Pero hacerlo era como forzarlos, porque la vida había cambiado mucho. El reencuentro fue muy doloroso".

Tras pasar tres años y medio en el país suramericano, empezó a alternar su vida entre Lima y Barcelona: "En Barcelona me siento más sereno para vivir y trabajar. En Madrid ya no podía. Los aviones de latinoamericanos no aterrizaban en Barajas, ¡aterrizaban directamente en mi casa y se lo bebían todo!". Y añadió, sobre su país de origen: "Ahora quiero vivir como un ciudadano cualquiera que se hizo escritor en Europa, un limeño más que va a la playa sin complejos de culpa y que escribe y lee y se ve con sus amigos... Como cuando estoy en España".

Aunque estos últimos años peruanos pesan mucho en todo el libro, el tiempo de Permiso para sentir -continuación de la primera entrega de sus Antimemorias, Permiso para vivir (1993)- es mucho más amplio. En él se entrecruzan "por orden de azar", como le gusta decir a Bryce Echenique, capítulos dedicados a la infancia, la adolescencia, la familia, los amigos, las mujeres, el ambiente político del 68, la labor de escribir, el trabajo en la universidad... Y a los años del boom. Bryce -que esta noche asistirá al teatro Romea de Barcelona a ver a su amigo Mario Vargas Llosa en una lectura dramatizada de La verdad de las mentiras- describe con ironía la "disciplina" y seriedad de los escritores del boom, reivindica el humor de Augusto Monterroso y Guillermo Cabrera Infante y lanza alguna pulla sobre Gabriel García Márquez, de quien explica que en esos años escribía vestido con mono de obrero: "Sería un mono diseñado por Yves Saint Laurent", bromeó ayer.

Alfredo Bryce Echenique, ayer en Barcelona.
Alfredo Bryce Echenique, ayer en Barcelona.

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