Y la 'generación Y'
Siempre estuve convencido de que la llegada del milenio iba a cambiar las cosas. Pero compruebo decepcionado que los prometidos estrenos no fueron más que remakes, efectos especiales (digitales) o enfermizos dèja-vu. Resulta que las novedades del tercer milenio, incluidas las burbujas de la globalización, ya funcionaban mucho antes. Desde Internet hasta el iPod, pasando por el hip hop, Bin Laden, la calamidad palestina, las deslocalizaciones, los videojuegos y los DVD, las arquitecturas curvas, el dragón chino, la contaminación de las artes, la purificación de las costumbres o el coñazo de los aeropuertos. Incluso la caída de las Torres Gemelas fue un acontecimiento anunciado por el mismo grupo islámico años antes, cuando el tráiler del atentado contra sus sótanos.
El nuevo milenio fue una estafa, y no tiene punto de comparación con aquellas mutaciones habidas a principios del XX, algunas de las cuales siguen coleando. Sin ir más allá, en esta España de principios del siglo XXI todavía están pendientes los mismos problemas pendientes a finales del XIX. Desde el federalismo asimétrico y el catolicismo orondo hasta el maniqueísmo ideológico y el bipartidismo imperfecto.
Pero hay que admitir que sí hubo un cambio con la llegada del milenio. Un cambio gramatical. Donde antes se decía "lucha de clases", de repente empezó a pronunciarse "conflicto de generaciones". Eso fue todo. Como había que reservar el término lucha para combatir el fundamentalismo islámico, el eficaz enemigo exterior que no existía desde la caída del Muro, se les arrebató a las clases el monopolio luchador. Al mismo tiempo, los maestros pensadores del movimiento neocón decretaron que las generaciones pasaban a ocupar el lugar de las clases en las peleas internas de las naciones y que las nuevas luchas sociales sólo eran conflictos generacionales de rango comercial. El problema no es que las clases hayan desaparecido por decreto, como estos días ha demostrado el Katrina, sino en saber definir y fotografiar esas generaciones que les han arrebatado el protagonismo a las clases. Éste es el nuevo razonamiento, también, ay, materialista y dialéctico. Las clases ya no se dividen por sectores productivos, sino por targets consumistas, y la lucha política, partido contra partido, ha dejado paso al conflicto del logo contra logo.
Pues bien, les presento la nueva teoría. Acabado el pri-mado de la generación baby boomer (los nacidos entre 1940 y 1957) ha llegado el momento de los echo boomers (nacidos de la explosión demográfica entre 1981 y 1990), también llamada generación Y por superación de la generación X (1969-1980), y que algunos titulan generación del milenio. Tantos nombres para una sola generación ha desatado las alarmas. Sólo en Estados Unidos, los echo boomers, los adolescentes actuales, son más de 31 millones de consumidores, multitud con tarjeta Visa a la que nunca llegó la generación X, y que representa el doble de aquellos baby boomers (sin Visa) que un día revolucionaron el consumo, la cultura y el sexo del siglo XX y que ahora mismo se están jubilando con pensiones doradas, han muerto o ya sólo están obsesionados por el colesterol, la tensión, las calorías, los clubes de vacaciones de Houellbecq o el último polvo con Viagra.
Sumemos los 31 millones de adolescentes norteamericanos al resto de los países en los que los echo boomers son mayoría absoluta y obtendremos una masa global de nuevos consumidores Y que no van a dejar títere con cabeza porque ya está demostrado, dicen los profetas neocón, que lo que más influye, al contrario de lo que creía Marx, no son las luchas de la producción, sino los conflictos del consumo. Vale. Cambiemos de conversación. El problema de esta nueva versión de la lucha de clases somos nosotros. Por ejemplo, yo siempre supe nombrar y definir las clases sociales, pero me armo un lío cuando tengo que hacer la misma operación con las generaciones. Sé muy bien a qué clase pertenezco (pequeña burguesía procedente de la Institución Libre de Enseñanza educada por la fuerza en los valores de las clases medias antiguas de la dictadura), pero no tengo puñetera idea de cuál es mi generación. Como buen sesentón, se me dijo de todo: generación del 68, del Plan de Desarrollo, de los nietos de la República, de la progresía o Triunfo, del cine-club, qué sé yo. El caso es que no logro identificarme con estas o parecidas tipificaciones por la sencilla razón de que aquí no hubo Mayo del 68, los planes de desarrollo fueron del Opus, la herencia republicana se liquidó por consenso, y nuestra progresía y cinefilia, ay, nunca fueron muy globales. Respecto a las anteriores y posteriores, me ocurre lo mismo. La generación del 98 siempre me quedó muy lejos, la famosa del 68 nunca existió aquí (no hay peor vicio que preguntar: ¿dónde estuviste en Mayo del 68?), y en cuanto a la generación X, o de la MTV, sólo la conocí de oídas.
Resumiendo: el problema es que nuestra dictadura no liquidó la lucha de clases, como pretendía, sino que la alargó, y encima anuló esos nuevos conflictos generacionales que ahora mismo, según dicen, son el nuevo motor del milenio. Yo nunca pude ser un baby boomer, y por eso lo de los echo boomers me suena a chino.
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