Madrugada de San Miguel en Ceuta
Reconstrucción del asalto a la valla de la ciudad a través de los testimonios de los subsaharianos que lograron cruzar a España
Los subsaharianos que en la madrugada del jueves, día de San Miguel, asaltaron la valla fronteriza de Ceuta adoptaron esa decisión en asamblea, tras enterarse por la radio de las avalanchas de Melilla de las últimas semanas. Eran conscientes de que algunos podrían morir en el intento. Lo que sigue es una reconstrucción de lo sucedido en torno a la frontera entre las 21.00 del miércoles y las 3.20 del viernes, según testimonios coincidentes de quienes lograron salvar la doble valla y se recuperan en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta. Sus nombres no se citan por deseo de la dirección del centro, para preservar su intimidad.
"Estábamos cansados de sufrir y pasar hambre. Algunos llevábamos dos años en los bosques cercanos a la frontera. Los gendarmes marroquíes venían por las noches. Les llamábamos los Alí, por Alí Babá y los cuarenta ladrones. Su objetivo no era apresarnos y devolvernos a nuestros países, sino dispersarnos a palos para robarnos mejor. Luego se llevaban detenidos a 10 o 12 para aparentar ante sus jefes que habían cumplido".
"A las siete de la tarde del miércoles, nos reunimos en asamblea en la zona de Bellionech. Teníamos radio, y por eso sabíamos qué había ocurrido en Melilla. Dijimos: 'Vamos a sacrificarnos. Si tenemos que morir, moriremos'. Y así fue: dos murieron, pero muchos conseguimos pasar".
"En la asamblea había entre 10 y 15 mujeres, dos de ellas con hijos pequeños. Les dijimos que no vinieran con nosotros, porque no iban a conseguir trepar las vallas e iban a entorpecer a los hombres, pero varias se negaron a obedecer. Al final, sólo dos lograron entrar".
"Caminamos por el monte durante dos horas. Cerca de la frontera, varios perros comenzaron a ladrar. Entonces aparecieron los mehanis (fuerzas auxiliares). Al ver que éramos más de 500, nos apuntaron con sus escopetas y comenzaron a recular y a gritar. No les hicimos caso y corrimos hacia la valla. Empezaron a disparar".
"Nos lanzamos sobre la primera valla con las escaleras, aunque había gente que no llevaba escalera y trepó con las manos y los pies. Para protegernos de la alambrada que hay sobre la verja, nos habíamos vestido con toda la ropa que teníamos: dos pantalones, cuatro camisas, varios jerséis... Echábamos una prenda sobre las cuchillas y luego intentábamos pasar sobre ellas. Así y todo, nos cortamos. Un compañero se enganchó el cuello en un pincho y se degolló en lo alto; la sangre salía en todas las direcciones. A otro se le enganchó el pantalón, cayó de cabeza y quedó en suelo, inconsciente".
"Los mehanis, a nuestra espalda, seguían disparando. Uno agarró por la ropa a una mujer senegalesa, llamada Aida, que estaba trepando, y tiró de ella. Llevaba un bebé de mes y medio atado a la espalda y el tirón lo hizo caer a los pies del mehani. El hombre arrojó su fusil y comenzó a gritar, horrorizado. Él no tenía la culpa, no pudo ver al niño porque lo tapaba la ropa. No he vuelto a ver a Aida".
"La Guardia Civil disparaba bolas de goma y gases lacrimógenos. El pasillo entre vallas estaba lleno de gente tirada y de otra que corría sobre sus cuerpos. Había mucha confusión, sangre. Muchos intentaron huir hacia el oeste, pero se toparon con una puerta cerrada. Los guardias los acorralaron y los echaron a Marruecos. Otros tuvieron más suerte: cayeron heridos y los llevaron al hospital de Ceuta. La mayoría de los que conseguimos entrar en Ceuta corrimos hacia el monte y nos escondimos, hasta que la policía nos halló y nos trajo al CETI. Otros fueron por las calles, preguntando por la iglesia y se metieron en ella. Luego los trajeron. Estamos bien; España es un país de derechos humanos".
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