Doble rasero en la Junta
En la Junta de Andalucía, existen dos varas de medir según se trate de personal funcionario o personal laboral. El personal laboral nació para cubrir aquellos puestos que no podían ser desempeñados por funcionarios por su régimen específico, llámese personal de oficio, mantenimiento, porteo y vigilancia, etcétera, pero el tiempo y la falta de pericia de la Administración han hecho que haya tantos laborales como funcionarios (unos 22.000). Para los rectores de la Junta, los funcionarios son el cuerpo de élite, mientras que los laborales son tan sólo un apéndice costoso de erradicar y de dudoso reconocimiento. Los datos son el mejor aval de estas palabras; durante los últimos años, las ofertas de empleo público que se aprueban tan sólo se materializan en funcionarios, concursos-oposiciones u oposiciones todos los años e incluso dos en un mismo año mientras que en laborales existe una acumulación de procesos tal que ha devenido en una temporalidad sin parangón alguno. Como botón de muestra, dos concursos de traslados en los últimos 15 años y uno de ellos suspendido judicialmente, o el concurso de promoción que acaba de publicarse donde se refunden dos ofertas, las de 2003 y 2005, y aún así el número de plazas convocadas es misérrimo, rayando la tomadura de pelo.
Pero el colmo es el diseño que la Administración ha dado a los últimos concurso-oposiciones para funcionarios, bajando el nivel del examen a cotas sonrojantes y facilitando por medio de la fase de concurso la entrada de todos los interinos en detrimento de los de la calle que con la máxima nota quedan fuera del proceso, mientras que paralelamente, ha ultrajado a los interinos laborales (temporales), con un diseño de bases en las convocatorias de acceso tal, que a modo de ilustración, de los 30 primeros integrantes en la bolsa de trabajo en la categoría de conductor generada por el último concurso, los 20 primeros son de la calle, o lo que es lo mismo, personal ajeno a la Junta.
