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Columna
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Lógica

Deseo que sean inocentes el alcalde (IU), el teniente de alcalde (PP) y el concejal de Infraestructuras (PA) de Camas, al oeste de Sevilla, y su conocido, el empresario de Bormujos, al suroeste de Camas, implicados los cuatro en el soborno a una concejal sin partido y despedida de IU. Habrían querido convencerla de votar, con el alcalde y su gobierno, a favor de dos proyectos urbanísticos. De todos se presume la inocencia. Pero sería humano caer en sobornos y cohechos, porque la construcción es el motor de la economía y se alimenta de suelo municipal y tráfico de calificaciones y recalificaciones de parcelas. Un informe de los Colegios de Arquitectos dice que las operaciones previas a la edificación salen aquí muy caras, y en esas operaciones me figuro que, aunque no conste, alguna vez irá incluido el precio de la influencia sobre la voluntad de los ayuntamientos.

Pero, sean inocentes o culpables los cuatro señores de Sevilla, la vida política parece, a la vista de las informaciones sobre el caso, un asunto tenebroso. La trama del supuesto soborno de Camas incluye reuniones secretas, traición, grabación clandestina de conversaciones entre posibles socios, aventuras aparentemente ilegales para coger en pleno delito al delincuente, citas en un bar de Sevilla para recibir un sobre de dinero negro y pasárselo a un policía escondido en el cuarto de baño. Hay micrófonos ocultos, intervención de teléfonos, empresarios e intermediarios dudosos, millones de euros en el aire, un plan para asustar a una concejal testaruda. La política, así considerada, sería un asunto muy selecto, para superindividuos hiperaudaces y entrenados en la vida peligrosa.

Noticias como la de Camas desanimarán a los ciudadanos que, además de preocuparse por la suerte del país, tengan tendencias depresivas. El estilo deprimido o pesimista de vivir se caracteriza, según Martin Seligman, porque el sujeto explica sus malas experiencias como atribuibles sólo a él, y da por sentado que el mundo irá mal en todos los casos en que él intervenga, sean cuales sean, todas las veces, siempre: está en su naturaleza funcionar defectuosamente. La gente optimista, por el contrario, culpa de su fracaso a la ocasión y las circunstancias externas, entiende que el fallo sólo afecta a un hecho muy específico, desdeñable, y lo considera un mal momento pasajero.

Un optimista diría que la trama de Camas afecta exclusivamente a criaturas y circunstancias particulares, aisladas y transitorias: un asunto tan feo no puede guardar relación con el mundo en general. Pero un pesimista diría que un caso así es coherente con la lógica interna del actual estado de cosas, que durará toda la eternidad mientras dure, por ejemplo, el vigente modelo de urbanización de las zonas rurales y litorales. No es exactamente un asunto político, sino de negocios, que suelen servirse de la política. Y quizá la conexión entre poder y dinero se presente más desnuda en municipios menores en tamaño, donde los jefes se implican y actúan personalmente, sin el escudo de gregarios o personas interpuestas que les hagan el impío trabajo de campo.

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