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Reportaje:ELECCIONES EN ALEMANIA

Lejos de Bush y cerca de Putin

El ingreso de Turquía en la UE y las relaciones con EE UU y Rusia enfrentan a Schröder y Merkel en Alemania

La política exterior apenas ha tenido relevancia en la campaña electoral alemana, salvo la cuestión del ingreso de Turquía en la UE, manzana de discordia entre el Gobierno de coalición entre socialdemócratas (SPD) y Los Verdes y la oposición democristiana (CDU/CSU).

El Gobierno se muestra partidario de la entrada de Turquía en la UE. La CDU/CSU se opone y sólo quiere una asociación privilegiada. Aunque no hayan sido motivo de debate, las diferencias en política exterior son considerables entre el SPD y la oposición. El canciller federal y su partido preconizan una Alemania como potencia media, "siempre dispuesta a una resolución pacifica de los conflictos". La política exterior democristiana se puede resumir en la fórmula "más Bush y menos Putin".

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Una y otra vez intentó Schröder, sin éxito, colocar cuestiones de política exterior en el centro del debate electoral. Al canciller le salió redonda la cuenta en las elecciones de 2002, gracias a la política belicista del presidente de EE UU George W. Bush que los alemanes rechazaban. Esto se tradujo en votos y Schröder ganó las elecciones por un estrecho margen. En esta campaña Schröder trató de repetir la fórmula, pero sólo pudo en una ocasión agarrar al vuelo unas declaraciones de Bush sobre una posible intervención militar contra Irán. La candidata democristiana Angela Merkel se sumó a la postura de Schröder y ahí quedó todo.

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El verdadero tema de discordia en la campaña ha sido Turquía. La CDU/CSU llegó a acusar al canciller de intentar ganar con su apoyo al ingreso de Turquía en la UE los votos de los 600.000 turcos nacionalizados alemanes con derecho a emitir sufragio este domingo. Schröder y su ministro de Exteriores, el verde Joschka Fischer, sostienen con razones de geopolítica la necesidad de un islamismo europeo y moderno que sirva de tapón al fundamentalismo. Al mismo tiempo, ellos consideran que la zanahoria del ingreso en Europa puede servir de aliciente para que Turquía camine por senderos democráticos y respete los derechos humanos. Los dos acusan a Merkel de falta de visión histórica y de cometer de nuevo un error del tamaño del cometido con el apoyo a EE UU en Irak.

Con la democracia cristiana en el poder no cabe duda de que la posición de Alemania respecto a Washington será de mucha menor distancia. Merkel parece tener una especie de complejo respecto a EE UU que le impide incluso emitir la más mínima crítica a la gestión de la crisis en la catástrofe de Nueva Orleans. La candidata democristiana se alineará sin duda en las filas de la llamada nueva Europa, próxima a Reino Unido y alejada de veleidades como el presunto eje París-Berlín-Moscú esbozado durante los últimos años por el Gobierno SPD-Verdes. Esto no significa que no existan discrepancias e intereses contrapuestos entre EE UU y Alemania. Sin ir más lejos, en la cuestión de Turquía el Gobierno rojiverde coincide con la posición de EE UU.

Pese a ello, Washington vería con mejores ojos un Gobierno de centro-derecha, con democristianos y liberales en Berlín. Bush no olvida la deserción de Alemania en Irak, ni tampoco las afrentas recibidas, sobre todo la de la entonces ministra de Justicia del Gobierno de Schröder, Hertha Däubler-Gmelin (SPD), que llegó a compararlo con Hitler.

La sintonía de Merkel con Washington alcanzó su punto culminante cuando la hoy candidata escribió el 20 de febrero de 2003, un mes antes del inicio de la guerra en Irak, un artículo en el Washington Post titulado Schröder no habla en nombre de todos los alemanes en el que criticaba las posiciones sostenidas por el Gobierno alemán. A pesar de esta afinidad con EE UU, Merkel ha evitado viajar a Washington durante la campaña. Una foto con Bush podría traducirse en pérdida de votos incluso en la siempre proamericana Alemania. Los democristianos acusan al actual Gobierno de haber descuidado a los países menores de la UE. Merkel no deja de repetir las cláusulas de estilo usuales sobre las relaciones con Francia y la importancia de Rusia para Alemania. No obstante, en unas recientes declaraciones sobre las relaciones con Polonia, Merkel dejó claro: "No queremos hacer una política exterior y europea por encima de la cabeza de Polonia. Esto es una profesión de fe de la Unión Cristiano Demócrata: no habrá un eje París-Berlín-Moscú".

A pesar de esta declaración de amor a Polonia un gobierno alemán de centro-derecha se encontraría con el conflicto de la creación de un centro en Berlín en recuerdo de la expulsión y deportación de los alemanes de los países del Este de Europa al final de la guerra. En este punto la sensibilidad de Polonia está a flor de piel. El actual Gobierno rojiverde supo mantener el conflicto en una baja intensidad que a Merkel y la derecha les resultaría más difícil de manejar.

Si se cumplen los pronósticos y la democracia cristiana llega al poder todo parece indicar que pasaría a un segundo plano el proyecto en que parecen empecinados Schröder y Fischer de que Alemania ocupe un puesto permanente en el Consejo de Seguridad tras una reforma del reglamento de la ONU. Más de uno ve en la oposición de EE UU la factura por la postura mantenida por Alemania ante la guerra en Irak.

El canciller alemán, Gerhard Schröder, en Trier, al oeste de Alemania.
El canciller alemán, Gerhard Schröder, en Trier, al oeste de Alemania.ASSOCIATED PRESS

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