_
_
_
_
CÁMARA OCULTA | NOTICIAS Y RODAJES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El amigo Wise

Aprovechando que Robert Wise se encontraba de viaje por Europa buscando financiación para una película... que nunca llegó a realizar, se le invitó a participar en el jurado del Festival de San Sebastián, al que acudió acompañado de su esposa Millicent, algo más joven que él. Ambos alrededor de los ochenta, desprendían dulzura y calidez. Eran joviales, elegantes, discretos; él, tímido y modesto, observaba a su alrededor con el asombro de un niño. Cuando se le acercaba Tarantino con sus aspavientos infantiles, Wise le miraba con la misma admiración que el director de Pulp fiction estaba despertando entre los jóvenes que se agolpaban en la puerta del hotel. Con Bertolucci, Wise se deshizo en sinceros elogios sobre su cine. Y en el momento en que los restantes miembros del jurado le eligieron presidente, el director de Quiero vivir, Marcado por el odio, La torre de los ambiciosos y de otras muchas excelentes películas, el maestro, se sintió turbado, no creyéndose merecedor de ello frente a Julio Medem o Arturo Ripstein.

Había traído bajo el brazo un documental sobre su obra que le acababan de regalar en Francia y que, naturalmente, se exhibió en el festival. Millicent y él asistieron a la proyección cogiditos de la mano, como pudorosos ante su protagonismo. Las risas del público ante unos fotogramas de Sonrisas y lágrimas, película por la que Wise había recibido uno de sus oscars, les desconcertaron, pero nada dijeron. Días más tarde, el director se sintió recompensado tras la ovación de los 3.000 espectadores que llenaron el Velódromo para admirar West side story.

Para entonces, Robert Wise se había quedado solo en San Sebastián ya que Millicent había tenido que adelantar su regreso a Los Ángeles por un tema de salud. Fiel a su compromiso como jurado, permaneció en el festival cumpliendo su cometido. Cada noche se le veía encaminarse al comedor del hotel antes de la película, con la discreción de un personaje anónimo. Una de esas noches se celebraba en el hotel la fiesta de un boda, el comedor estaba cerrado, los pasillos abarrotados de gente festiva y algo borracha, y el anciano se quedó sorprendido ante tanto jolgorio. Un camarero percibió su desvalimiento y le ofreció una bandejita de croquetas y de pinchos sobrantes del fiestón. Wise, sentado en un taburete, dio cuenta en solitario de aquellas miserias sin querer molestar a nadie. Seguramente estaba echando en falta a su esposa...

¡Millicent! Siempre enérgica y enamorada, sugirió repetidas veces la posibilidad de que el festival hiciera una retrospectiva de la obra de su marido. Con ese motivo regresó a San Sebastián hace un par de días. Wise, enfermo, no había podido acompañarla. Horas antes del homenaje por el que ella tanto había luchado recibió la noticia de la muerte de su compañero, un cineasta de talento, un hombre entrañable, un amigo.

Robert Wise, en el Festival de San Sebastián de 1994.
Robert Wise, en el Festival de San Sebastián de 1994.JESÚS URIARTE

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_