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Columna
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Egipto: ¡basta ya!

Egipto acaba de dar un paso decisivo hacia la mexicanización del sistema. En el país del Nilo se han celebrado las elecciones presidenciales más pluralistas desde el golpe de Nasser en 1952. El presidente ha sido disciplinadamente reelegido pero sólo con un 88% de sufragios, lo que significa un repliegue de unos 10 puntos sobre lo usual en los cuatro mandatos anteriores del ex general de Aviación, Hosni Mubarak, de 77 años.

Y la modestísima democratización -que ha promovido Washington porque no puede defender un futuro pluralista en Irak sin hacer lo propio en Egipto- ha consistido en que el presidente haya tenido que competir con otros 10 aspirantes, en lugar de ser candidato único y hacerse reelegir, como en sus 24 años en el poder, de forma plebiscitaria. Así hacía las cosas el PRI mexicano, permitiendo la existencia de partidos, algún debate público, y cierta libertad de prensa, a condición de que nunca estuviera en duda quién iba a ganar.

El gran interrogante es ahora si Egipto va a recorrer el camino hacia el antiguo México priísta, como si fuera una etapa en el camino a la democracia, o sólo pretende soltar lastre para no tener que democratizar a la fuerza.

Al amparo de esa liberalización con nonius, varios miles de jueces reclaman ya una verdadera independencia del poder; los potenciales votantes -que, con un 23% de asistencia a las urnas, se quedaron casi todos en casa- han podido conocer durante la campaña las propuestas de otros candidatos; y, sobre todo, ha cobrado visibilidad un movimiento ciudadano -Kifaya, o Basta-, fundado en 2004, al que afluyen los que piden reformas en inevitable confusión de intereses y objetivos. Son profesionales, comerciantes, intelectuales, coptos, estudiantes, y, notablemente, islamistas de la Hermandad Musulmana, principal organización integrista del sunismo árabe y progenitora de Hamás en Palestina, que se declara, sin embargo, partidaria de la lucha política para llegar al poder.

Y, en sentido contrario, la admisión de candidatos ha sido rigurosamente escaneada; no ha habido control independiente de los comicios; los grandes medios de comunicación se han alineado con Mubarak; y entre las fuerzas legalizadas no figura la Hermandad, sin duda, el mayor bloque de oposición al régimen. Los intereses y la misma composición de Kifaya y de la organización islamista son convergentes y contradictorios. Uno de los fundadores de Kifaya es Abul Ela Madi, que dejó la Hermandad en 1996 porque quería crear un partido y no actuar, como en las últimas décadas, a través de alguno de los existentes; y su organización, Al Wasat, parece estar a punto de obtener la legalización como partido. Pero, al mismo tiempo, el movimiento debilita a la Hermandad, en la medida en que ambos compiten por el apoyo de la opinión.

Los escépticos sostienen que se trata de un mero revoque de fachada, que permita entregar el testigo presidencial al término del sexenio, al hijo de Mubarak, Gamal, de 42 años, o, si se prefiere que el poder no salga de la institución, al jefe de la información militar, general Omar Suleiman, pero siempre ya con una situación política más aseada.

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La guerra de Irak conmociona Oriente Medio. Los países que habían conocido anteriormente algún movimiento democratizador, como Jordania, Kuwait, Argelia y Yemen, más Marruecos donde los progresos son ya homologables, y también el inextricable Líbano, se sienten confortados. En este último país, que antes de la guerra civil en los años setenta era el más democrático del mundo árabe, la ola de protestas desencadenada por el asesinato del primer ministro Rafik Hariri, es un fenómeno masivo que amenaza la continuidad del presidente pro sirio Emile Lahud. Pero también es cierto que en ninguno de ellos, sin excluir a Rabat -la reserva de competencia real- ni a Beirut -el voto por comunidades- se divisa un punto de destino que quepa llamar plenamente democrático.

La hora de la verdad llegará con ocasión de las legislativas de noviembre. El arco de partidos al que se permita concurrir, y el grado de pucherazo con que, si es necesario, se computen los sufragios, puede indicar hasta qué punto la mexicanización política de Egipto es de ida o sólo de vuelta.

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