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Reportaje:CATÁSTROFE EN EE UU | La población penitenciaria

Detenidos en 'Camp Greyhound'

Las autoridades crean una prisión provisional en una estación de autobuses para encerrar a los saqueadores

"Allí donde hay gente, hay delincuencia, y mi trabajo es poner a los delincuentes a buen recaudo". La frase, que parece sacada de un mal western de Hollywood, la pronuncia Burl Cain, responsable de la cárcel que las autoridades del Estado de Luisiana han improvisado en la estación de autobuses y trenes de Nueva Orleans. "Necesitábamos un sitio para encerrar a los saqueadores y a los asesinos, y éste es un sitio tan bueno como cualquiera", explica Cain, que habitualmente ejerce como alcaide en la penitenciaría de Angola, la más grande de Luisiana y célebre por ser una de las más duras del país.

El Katrina inundó la cárcel de Nueva Orleans y sus responsables tuvieron que evacuar a los reclusos a otras prisiones del Estado, entre ellas la de Angola. Cain explica que la estación es sólo un lugar de tránsito para los detenidos. Una vez que se les identifica y se les toman las huellas dactilares y las fotografías, éstos son distribuidos en autobuses por otros centros penitenciarios de Luisiana antes de que transcurran 24 horas. La nueva prisión está situada junto al Superdome, donde miles de personas se refugiaron durante varios días sin recibir ayuda tras el paso del huracán.

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De los 260 hombres y mujeres que han pasado por la improvisada cárcel en la última semana, la mayoría fueron detenidos por saqueos, aunque en la lista figuran presos acusados de asesinato, violación, tráfico de drogas, resistencia a la autoridad y tenencia ilegal de armas. Hay también cuatro acusados de ir borrachos por la calle y uno por disparar contra un helicóptero de los servicios de rescate.

La prisión tiene 16 celdas instaladas en los andenes de la estación, que han sido recubiertos por una verja metálica coronada de alambre de espino. Distribuidos por sexos y según la gravedad de los delitos, los reclusos duermen al raso sobre el suelo, hacen sus necesidades en una cabina portátil y se alimentan de comidas preparadas donadas por el Ejército. El sábado había ingresados 30 hombres y nueve mujeres, con mayoría aplastante de negros.

Aunque su nombre oficial es Centro Penitenciario Angola Sur, ya se conoce popularmente a la cárcel como Camp Greyhound, por el nombre de la mayor compañía de autobuses de Estados Unidos. La improvisación es total: Cain dirige las operaciones desde el restaurante, el fiscal del distrito ha instalado su oficina en la tienda de recuerdos de la estación y los funcionarios encargados de tomar las huellas de los presos lo hacen desde el mostrador de venta de billetes. La esposa de Cain, funcionaria de prisiones, trabaja también allí para estar cerca de su marido. Fuera del edificio, la Guardia Nacional de Puerto Rico se encarga de la seguridad, y el Departamento de Prisiones de Nueva York ha enviado refuerzos para vigilar a los presos.

Orden con cárcel

Cain se muestra orgulloso de su trabajo. "No existe el orden sin una cárcel", afirma. "Toda comunidad necesita una, y de ésta yo guardo las llaves". En Angola, la prisión que dirige a unos 200 kilómetros al norte de la ciudad, junto al río Misisipi, vivían 5.100 reclusos antes de la llegada del Katrina, a los que se sumaron otros 1.500 procedentes de Nueva Orleans que fueron evacuados ante la llegada del huracán. Cain recuerda que los presos estuvieron a punto de amotinarse, al correrse el rumor de que iban a ser abandonados a su suerte durante el ciclón.

Las autoridades de Nueva Orleans dicen que los saqueos, moneda común en los primeros días posteriores al paso del Katrina, han sido prácticamente erradicados. La mayoría de los delincuentes, aseguran, han abandonado la ciudad.

El jefe de policía de Nueva Orleans, Eddie Compass, cree que la creación de Camp Greyhound es una señal inequívoca de que las autoridades se han hecho con el control de la situación. Como responsable del Centro de Operaciones de Emergencia instalado en el Ayuntamiento, Compass es un personaje codiciado por las televisiones y se mueve siempre rodeado de cámaras y periodistas. El jefe policial confía en que la ciudad será mejor una vez reconstruida. "Teníamos uno de los peores índices de criminalidad del país, y ahora tenemos una gran oportunidad para cambiar esa cultura", declaró al diario local, The Times-Picayune.

Se calcula que un centenar de agentes de policía han abandonado sus puestos en plena catástrofe, y muchos otros han recibido apoyo psicológico para superar el estrés generado por la catástrofe y los prolongados horarios de trabajo. Aunque públicamente se ha mostrado comprensivo con ellos, Compass no oculta en privado su decepción por el comportamiento de los policías que abandonaron la ciudad en uno de los momentos más difíciles de su historia.

Una casa con agua contaminada casi hasta la misma puerta, en Violet, en las afueras de Nueva Orleans (Luisiana).
Una casa con agua contaminada casi hasta la misma puerta, en Violet, en las afueras de Nueva Orleans (Luisiana).REUTERS

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