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Columna
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Agua, ni un sorbo

Cuando en la tarde del miércoles arreció la lluvia, el cronista se refugió en el amplio vestíbulo de un comercio, donde otros sorprendidos peatones se sacudían el agua de la pelambre y el calzado. Mientras esperaba, observó escaparates y rostros risueños, y escuchó comentarios variopintos: del "Por fin. Esto es un milagro", hasta "Así debería caer el sábado, y empapar a todos los políticos que están montando esa huelga" (sic). Hubo más comentarios y ocurrencias durante los siguientes veinte minutos, hasta que el cronista decidió continuar su itinerario, porque ya escampaba. Pero se llevó, de la obligada espera, aquellas dos certeras frases y la evocación de un fragmento del libro del ingeniero y fundador de la paleontología española, dicen, Lucas Mallada, Los males de la patria, de 1890, en el que explica cómo nuestra desordenada orografía, se opone a las corrientes atmosféricas, y "llega por fin el máximo de sequedad en las ramificaciones orientales de las cordilleras Mariánica y Penibética, por las provincias de Murcia, Alicante y Almería". Acerca de esta obra, Azorín dijo dos cosas: que era "el libro más representativo del momento" y también que era "un libro fantasma". En cualquier caso, 115 años después, aquellas teorías pesimistas se han pulverizado frente a un nutrido programa de trasvases que, por una u otra razón o sinrazón, no alcanzan a cumplirse, y sí están deteriorando las relaciones de los regantes de las diversas cuencas implicadas, entre los del Vinalopó y el Júcar, es decir, entre los más directamente afectados por los desequilibrios hídricos. Durante días, los medios de comunicación nos han trasladado una publicidad inquietante y hasta alarmista, acerca de un futuro desastroso. Nos niegan el agua, afirmaba un lema rotundo, en una octavilla que le entregaron al cronista, en la calle, y en la que se anunciaba la manifestación que tuvo lugar, ayer tarde, a las 7, en Alicante, convocada por la Junta Central de Usuarios del Vinalopó y el Consorcio de Aguas de la Marina Baja, con la colaboración de empresarios, promotores inmobiliarios, comerciantes, industriales y ciudadanos, en general, y que posiblemente movilizó a un buen número de personas, que el cronista no puede precisar, por cuanto este artículo se escribió y entregó antes de la referida hora. Sin embargo, el número de autocares previstos y procedentes de muy diversos lugares es un dato. Y otro, muy significativo, la presencia del presidente de la Generalitat, Francisco Camps, acompañado de varios dirigentes populares. Pero, ¿qué se dirimió, en definitiva?, Tal vez la pretendida hegemonía de Camps, en unos territorios bajo la ocupación de los fieles a Zaplana. El cronista no aprueba la presencia del presidente en la manifestación y aun menos el hecho de que utilicen los graves problemas del agua, como caballo de Troya, para solventar confrontaciones y diferencias políticas. A pesar del presumible carácter civil e imparcial que pretendieron imprimirle algunos bien intencionados, el acto fue, sin duda, un acto alentado y dirigido por el PP. En ultima instancia, la traída del agua tradicionalmente ha sido asunto de rogativas a los santos patronos o de socaliña política, con tentación de monumento. El cronista no desea que Camps se quede ahí, perpetuándose en bronce o mármol, como parece, antes de resolver sensata y eficazmente la cuestión, y de agotar su mandato, no las posibilidades de agua.

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