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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otros costes

El huracán Katrina no está limitando sus consecuencias adversas a la desaparición de personas. Los costes económicos van a ser muy importantes. El Gobierno de Estados Unidos asume que superarán los 100.000 millones de dólares. Para empezar, el Congreso aprobó el pasado jueves un capítulo de ayuda de 51.800 millones de dólares que se suman a los 10.500 millones destinados inicialmente.

Además de esos costes para la reconstrucción material e infraestructuras, hay que tener en cuenta las perturbaciones sobre la oferta energética y, en particular, en el suministro de crudo y de sus refinados. Un factor más que añadir a la inquietante senda alcista de esos precios registrada a lo largo del verano. Las cotizaciones del crudo y de las gasolinas han acusado seriamente esas perturbaciones en la oferta, generando razonables inquietudes acerca de la capacidad de la economía estadounidense para digerir este nuevo choque. La situación es suficientemente seria para que la Administración de Bush haya liberado parte de sus reservas estratégicas de petróleo, y otros países, España entre ellos, hayan contribuido al aumento de la oferta en aquel país. Su efecto ha sido el de una cesión, ya veremos si definitiva, en el precio del barril.

La cotización de esa materia prima y de sus derivados ya no es un problema exclusivamente consecuente de la pulsación de la demanda mundial, liderada por EE UU, China y, en menor medida, India. Ahora hay razones para añadir serias perturbaciones en la oferta que algunos analistas sectoriales no dudan en calificar de un choque negativo en toda regla, en cierta medida evocador del de los setenta. Los costes en otros sectores pueden ser igualmente importantes. En un primer análisis, la American Farm Bureau Federation ha estimado en 2.000 millones de dólares los daños agrícolas.

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Está claro que cualquier reducción en la demanda de la principal economía del mundo condicionará seriamente el comportamiento de las demás. Precios de la energía relativamente elevados y menor crecimiento económico pueden ser hoy elementos mucho más probables que antes del verano. Razonable sería, por tanto, que España tomase buena nota y que las autoridades reaccionaran en consecuencia, arbitrando planes de ahorro energéticos y de mejora de la eficiencia.

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