Bal y Gay, la voz gallega del 27
Existe la sensación de que se ha dicho todo (o al menos bastante) sobre el drama de la Guerra Civil española y su secuela de posguerra en el ámbito de la música española. Pero basta una fecha o una conmemoración para que nos salten a la cara las ramificaciones de una pérdida que ni ha sanado adecuadamente ni se ha subsanado del todo. Este año 2005 se celebra el centenario de dos de los músicos más opuestos de esa generación "perdida", que llamamos de la República: Ernesto Halffter y Jesús Bal y Gay.
Brillantísimo en su arranque el primero y elogiado de forma prematura hasta límites que quizá pagó el resto de su vida, discreto y completo el segundo; de Halffter se discute sobre su obra musical razonablemente conocida y, eventualmente, sobre si su talento justificaba el entusiasmo de Salazar o Falla, en suma, sobre las eternas cuestiones de calidad personal. Pero el caso de Bal y Gay es distinto, su actividad plural entra de lleno en el ámbito de la regeneración; compositor, crítico, musicólogo, maestro, impulsor de revistas y editoriales..., todo en él muestra al intelectual comprometido con la construcción de una infraestructura musical de la que nuestro país adolecía. ¿Puede una persona así sobreponerse a la destrucción de raíz operada en la cultura por el binomio guerra/posguerra (siendo seguramente más grave lo segundo) en España? En el plano personal, el músico gallego lo hizo y continuó su labor desde México, y aún tuvo ánimo para alentar iniciativas en España tras su retorno en 1965. Pero un simple repaso a sus actividades en el feliz periodo de la Residencia de Estudiantes basta para constatar que a duras penas estamos reconstruyendo lo que se perdió hace 70 años, y es que el entusiasmo es una sustancia muy volátil que no se decreta ni se legisla.
Jesús Bal y Gay (1905-
1993) nació en Lugo, donde desarrolló sus primeros estudios musicales. Pero ya desde el temprano 1921 se instala en Madrid, aunque no olvida su querida tierra y colabora en 1924 en la dirección de la revista Ronsel, donde publica poemas, artículos de opinión y canciones. En 1926 se instala en la Residencia de Estudiantes que ya no abandonará hasta 1935, con una pausa por el servicio militar. En la Residencia, y en sus mejores años, Bal y Gay organiza el servicio de música y trabaja denodadamente en actividades de la Junta de Ampliación de Estudios, gracias a la cual recoge su monumental Cancionero gallego. Un cancionero era en aquellos años algo que apenas podemos hoy imaginar, se trataba de una labor fundacional, casi un código genético de la cultura musical de una zona. El Cancionero gallego de Bal y Gay ha sido terreno transitado por grupos como Milladoiro y otros. Pero en su labor etnomusicológica, el lucense se aventuró por la música popular extremeña y por el repertorio hispano de los siglos XVI y XVII. Formó parte del Centro de Estudios Históricos que dirigía Menéndez Pidal, pero sin olvidar la vinculación a su tierra a través del Seminario de Estudios Gallegos.
Como compositor, Bal se relacionó con el Grupo de los Ocho o Grupo de Madrid, del que formaban parte los hermanos Halffter (Ernesto y Rodolfo, con quien compartió exilio mexicano), Bacarisse, Pitaluga, Remacha y la que sería su esposa, la compositora Rosa García Ascot, alumna directa de Falla, quizá la única. En la no muy abundante producción de Bal y Gay convive desde el galleguismo hasta la claridad formal deudora del neoclasicismo de cuyos principales miembros (Stravinski, Ravel, Falla, Poulenc...) Bal fue buen amigo en distintos momentos de su vida. Como compositor, sólo compuso lo que creyó que tenía que hacer, hasta el punto de que, como recoge Xoan Manuel Carreira en su estudio biográfico, a partir de los años sesenta dejó de componer: "Por falta de ganas, por falta de necesidad, por la misma razón por la que cada vez que compuse lo hice por necesidad imperiosa e insoslayable de expresarme".
Como crítico musical, tuvo
no pocos momentos de lucidez, paralelos a una honestidad sin fisuras. Sorprende, por ejemplo, encontrar un término apenas conocido, cuando al referirse a Poulenc, habla de "estilo armisticio" refiriéndose al periodo 1918-1928. ¿Cuántos conceptos, seguramente luminosos y olvidados como éste, yacen en el corpus de sus críticas?
En 1935, Bal y Gay se traslada a Cambridge como lector de español, allí le sorprende la guerra y de allí sale para el exilio mexicano donde, junto a varios de sus amigos españoles, se esfuerza por hacer en México lo que había sido su compromiso en España. En 1965, ya jubilado, vuelve a España, donde da clases en los cursos de Santiago, recuperando el contacto con su amada Residencia de Estudiantes, entidad de la que fue animador en su resurrección de después de la posguerra. Hasta tal punto que su biblioteca y sus fondos fueron donados a la dorada institución en la que, indudablemente, Bal y Gay creyó como la manifestación más pura de la regeneración española. Hoy, en justicia, la Residencia, junto con la otra parte del núcleo básico de la personalidad de Bal y Gay, Galicia, recuerdan la labor y los anhelos de uno de los mejores artistas de ese corto periodo de las luces que vivió España: el del despertar republicano antes de que el lado oscuro de nuestra historia negra lo pulverizara.
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