Perder el norte

Autor de un efectivo filme de terror, Dog soldiers, el británico Neil Marshall regresa ahora al terreno que le sirvió de consagración para, en una película que arranca muy bien, confirmar (o no) sus credenciales. Y demuestra algunas cosas. Un par, buenas: que tiene buen pulso para dirigir actores en un género que no necesita demasiado de ellos para funcionar a su aire; y que es capaz de imaginar escenarios de pura pesadilla, en este caso, una cueva y un grupo de mujeres que desciende por ella... hasta perderse, claro.

Y otras, malas: el deseo de conectar a cualquier precio con el espectador adolescente del género, que sólo sueña con hachazos y desbordes hemoglobínicos. O el hacer más trampas, con la puesta en escena, que una escopeta de feria. O, en fin, no atreverse a mantener el interés sólo con la tensión, para lo que se inventa... unos seres de pesadilla que, además de hacer la vida imposible a las protagonistas, echan por tierra, en una segunda parte mortal, el conjunto de la peripecia... Una verdadera lástima para tan brillante arranque.