El Papa acepta emprender el diálogo con los integristas lefebvrianos
El Vaticano y el grupo ultraconservador acuerdan abrir el proceso para poner fin al cisma
El papa Benedicto XVI se reunió ayer con el obispo Bernard Fellay, cabeza de la comunidad cismática ultraconservadora Fraternidad San Pío X, para negociar la reincorporación a la disciplina vaticana del grupo fundado por el obispo Marcel Lefebvre. El portavoz papal, Joaquín Navarro-Valls, anunció que el importante encuentro se había desarrollado "en un clima de amor hacia la Iglesia" y que, "aunque conscientes de las dificultades", ambas partes manifestaron su voluntad de "proceder gradualmente y en un tiempo razonable" hacia la reunificación.
Fellay, el sucesor de Lefebvre, ya había expresado inmediatamente después del cónclave de abril su confianza en que Joseph Ratzinger fuera más sensible que Juan Pablo II a los argumentos ultraconservadores. "El cónclave ha sido un desastre para los progresistas", declaró, complacido, tras la elección de Ratzinger como sucesor de Karol Wojtyla.
El obispo suizo Marcel Lefebvre murió en 1991, excomulgado por Juan Pablo II por haber nombrado obispos al margen de la Santa Sede y por negarse a acatar las resoluciones del Concilio Vaticano II sobre la reforma litúrgica, el ecumenismo y la libertad religiosa. Antes de la reunión de ayer, Fellay expuso en la página electrónica de la Fraternidad San Pío X las condiciones para el retorno: levantamiento de las excomuniones y permiso para celebrar con toda libertad misa en latín según el rito preconciliar. Navarro-Valls se refirió genéricamente a las "dificultades" que planteaba el retorno de los lefebvristas, pero no rechazó de forma explícita las condiciones que exigían.
Los lefebvristas se sentían fuertes. En lugar de debilitarse paulatinamente, como se predecía en el Vaticano tras el cisma, la salud de la Fraternidad mejoró de año en año. Actualmente cuentan con unos 450 sacerdotes en 59 países, dos centenares de monjas, seis seminarios y 260 capillas, y celebran regularmente misas preconciliares en 650 iglesias de todo el mundo. Al obispo Fellay le gusta comparar esas cifras con la caída de vocaciones en la Iglesia posconciliar: "En Dublín, el año pasado, no hubo ningún ingreso en el seminario, y en dos años los jesuitas sólo han conseguido seis ordenaciones", declaró el pasado mes de junio.
Joseph Ratzinger y Bernard Fellay se conocían bien desde mucho antes de encontrarse ayer en la residencia veraniega de Castelgandolfo, porque Ratzinger, como cardenal y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, recibió de Juan Pablo II, en 1987, el encargo de negociar con el obispo suizo Lefebvre para evitar el cisma. La misión fracasó, pero los contactos se mantuvieron. En la actualidad se ocupa de ellos el cardenal Darío Castrillón Hoyos, presidente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, que asistió también al encuentro entre el Papa y Fellay.
El colombiano Castrillón fue, según monseñor Fellay, uno de los cardenales valedores de la candidatura papal de Ratzinger para hacer frente a los "progresistas" encabezados por el cardenal Martini. Los otros, siempre según Fellay, fueron el también colombiano Trujillo y el español Julián Herranz, miembro del Opus Dei. En una entrevista publicada en junio, el dirigente lefebvrista explicó que "en la primera votación del cónclave, Ratzinger recibió una cincuentena de votos, Martini una veintena, y otros tantos el cardenal argentino Bergoglio". "Martini, el escocés McCormack y el belga Daneels eran la punta de diamante del progresismo", añadió. Pero Martini, enfermo, aconsejó a sus votantes que apoyaran a Bergoglio y éste, según la versión de Fellay, "no se sintió a la altura de la misión" y se retiró, dejando vía libre a los conservadores. "Fue un resultado esperanzador", comentó el obispo cismático.
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