Tabacalera, San Sebastián
Con la exposición El espacio recuperado presentada en el edificio de Tabacalera de San Sebastián, junto al parque de María Cristina, despega con vitalidad una nueva andadura cultural en la capital donostiarra. El magnífico edificio destinado a Centro Internacional de Cultura y a las artes visuales y próxima sede de la colección Ordóñez-Falcón ofrece espacios de una amplitud mayestática en los que pueden caber los proyectos más inusitados. Entre todas sus virtudes, hay un aspecto que choca a sus visitantes: los horarios de apertura.
Es difícil de entender que durante los días laborables sólo esté abierto por las tardes, a partir de las 17.00. Esto puede hacernos pensar que los visitantes y vecinos de la ciudad duermen durante la mañana hasta bien entrado el mediodía o pasan el rato desperezándose a la orilla del mar o quizá dediquen esas preciosas horas a tomar pinchos en sus distintas zonas de potes. Realmente es incomprensible que no se abra a las mañanas, pero bueno, esperemos que los madrugadores sean comprensivos y lo visiten después de la siesta.
Por lo que respecta a la exposición, decir que comprometer a una serie de fotógrafos y operadores de vídeo en la búsqueda de significados de estos antiguos almacenes de tabaco, antes de que sean remodelados para sus nuevas funciones, y que lo plasmen en imágenes, resulta verdaderamente atractivo.
Del conjunto se desprenden luces y sombras, algo frecuente cuando se comparan diez proyectos sobre un mismo tema. Muy notable es el trabajo de Eulalia Valdosera. Resulta critico, original y absolutamente ligado al recinto donde se presenta. Sus composiciones a partir de colillas de cigarrillos fumados son fruto un importante esfuerzo de imaginación.
En otro extremo encontramos el formalismo fotográfico de Manfred Hamm, una excelente colección de fotografías en blanco y negro de factura documental, a la búsqueda de las emociones provocadas por los espacios desvestidos. El paquete de las tres fotografías en tamaño mural presentadas por Aitor Ortiz producen un sugerente impacto. Más discutido puede ser su vídeo que con una duración excesiva puede resultar opresivo y mareante.
Los conseguidos retratos de Pierre Gonnord suponen una aportación generosa con los antiguos trabajadores. El estilo de fotos en color realizadas por Candida Höfer, Ignasi Albali o Sergio Belinchón resulta demasiado manido. Algo parecido ocurre con Manel Esclusa y su reiteración lumínica. Todos los temas no deben tratarse de la misma manera. Por lo que respecta a los vídeos de Carlos Rodríguez y por el equipo de Ana Carceller y Helena Cabello, alcanzan gran dignidad de realización.
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