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El deterioro de la situación en Irak erosiona el respaldo popular a Bush en EE UU

El aplazamiento de la nueva Constitución supone un nuevo revés para los planes del presidente

Yolanda Monge

Un duro revés. Pese a que el presidente intente poner al mal tiempo buena cara, la prórroga de una semana para redactar la Constitución acordada el lunes por los diputados iraquíes supone un serio contratiempo para los planes de George W. Bush. Irak erosiona día a día la política del presidente tejano. El último sondeo de opinión muestra que tan sólo un 38% de los estadounidenses aprueba la gestión de la Administración de Bush sobre la guerra de Irak. Menos del 40% de los norteamericanos cree que Estados Unidos esté yendo por la buena senda con el actual presidente.

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Un nuevo sondeo que se hará público en la edición del mes que viene de la revista Foreign Affairs pone de relieve que cerca de seis de cada diez estadounidenses están muy preocupados por la salida final en Irak.

Bush se empeña en cimentar el camino hacia la normalidad. Insiste en que Irak está en la ruta para el establecimiento de la democracia que finalmente traerá la paz. Pero la realidad le da la espalda. Y la credibilidad del presidente en un asunto como el de Irak se ve erosionada a cada minuto en la opinión pública de EE UU. Acosado por la sangrienta insurgencia, empantanado en el campo militar -con cerca de 1.850 soldados caídos en combate desde que comenzó la invasión, en marzo de 2003-, al presidente sólo le resta lograr algún triunfo político, que permita cuanto antes el regreso de las tropas a casa. Con mucha suerte tal regreso no se produciría antes de la primavera.

La estrategia de la Casa Blanca para volcar la hasta ahora desfavorable opinión de los ciudadanos sobre el embrollo de Irak constaba de tres pasos: nueva Constitución, ratificación en referéndum en octubre y elecciones para diciembre. Pero la semana que se han dado de plazo los iraquíes para pactar una Carta constitucional de consenso no es buena señal para Washington.

Para algunos analistas, estos siete días de margen pueden ser el reflejo de que la Administración norteamericana ha perdido el control de la situación. "Han dejado que el proceso fuera a la deriva durante demasiado tiempo", opina en The Washington Post Flynt Leverett, antiguo asesor de seguridad nacional de Bush. "Ahora no puede exhortar a la gente a que alcance un acuerdo, y sobre todo ahonda la impresión de incompetencia y de que

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[la Administración de EE UU] no tienen una estrategia", expone Leverett.

El Gobierno de Bush ha presionado duramente a los líderes iraquíes para que acabasen la Constitución en el plazo fijado, siempre con la deseada esperanza de comenzar a reducir el número de tropas sobre el terreno. Que el borrador final de Constitución que se logre ahora sea lo más laico posible sería al menos un signo positivo para la Casa Blanca.

El presidente y la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, han querido mantener ciertas distancias con respecto a la decisión del aplazamiento. El comunicado que hizo público Bush desde Crawford (Tejas) -donde se encuentra de vacaciones- no hacía mención a la implicación estadounidense. "Deseamos que los líderes iraquíes y el pueblo iraquí, junto con sus negociadores, completen el proceso de creación de la Constitución", informó. A la vez, Bush quiso enfatizar sobre los "heroicos esfuerzos" realizados por la Comisión Constitucional iraquí para lograr un consenso. "Sus esfuerzos son un tributo a la democracia y ponen de ejemplo que los problemas pueden resolverse pacíficamente a través del debate, la negociación y el compromiso".

Pero fue Rice quien intentó desmarcarse, y puso el acento en que se trataba de "un proceso iraquí" y no de "un proceso de EE UU". "Creo que van a terminar a tiempo", dijo la secretaria de Estado el lunes. Y pese al paso hacia atrás que vivía la política de la Administración de Bush en sus planes para Irak, Rice quiso mostrarse optimista: el retraso no significaba más que una prueba de democracia dentro del trabajo de los legisladores y un signo de que los políticos iraquíes están comprometidos en construir un nuevo Irak.

El presidente Bush, además no se juega la reelección, y puede seguir gobernando su mandato ajeno a los sondeos de opinión.

Amigos y familiares de un policía iraquí muerto en un ataque insurgente lloran sobre su ataúd.
Amigos y familiares de un policía iraquí muerto en un ataque insurgente lloran sobre su ataúd.AP

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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