Golosina imperecedera
Si Tim Burton y Roald Dahl hubiesen tenido la oportunidad de mirarse a los ojos y poder trabajar juntos, seguro que se hubiesen entendido muy bien. La enorme capacidad para la fantasía de Burton, demostrada en películas como Eduardo Manostijeras, Sleepy Hollow o Pesadilla antes de Navidad, es perfecta para trasladar a la pantalla el imaginativo, festivo, educativo y a veces un tanto cruel universo de Dahl, genial cuentista de lo inesperado y magnífico novelista para niños.
Burton y el guionista John August han sido casi escrupulosamente fieles a la novela, algo en lo que tampoco se había equivocado Mel Stuart cuando realizó su notable versión de 1971 (Un mundo de fantasía). Desde entonces, la técnica ha evolucionado lo suficiente como para que el visionario mundo de Dahl pueda ser dibujado en la pantalla con aún mayor brillantez, algo que consigue Burton desde la imagen de esa casa expresionista alemana recién sacada de El gabinete del doctor Caligari, hasta el futurista vuelo final en el ascensor multidireccional creado por el inventor Wonka.
CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE
Dirección: Tim Burton. Intérpretes: Johnny Depp, Freddie Highmore, Helena Bonham-Carter, David Kelly. Género: fantasía. EE UU, 2005. Duración: 115 minutos.
Si exceptuamos la coreografía de los números musicales, Charlie y la fábrica de chocolate es una película casi redonda. Una divertida, ensoñadora, crítica, aleccionadora historia para chicos y grandes, especialmente destinada a niños mimados, que se verán retratados de una forma tan despiadada como verosímil, y a padres con una especial tendencia a convertir a sus hijos en la viva imagen del capricho.
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