Hambres, hambrunas y olvidos
Todos nos preguntamos por qué cuando se trata de ayudar a África, víctima del hambre y la sequía, medio Occidente de este lado del Atlántico mira para un lado, y medio del otro lado mira para otro. Y es que, tristemente, hay muchos países donde el hambre y la malnutrición por falta de agua, medios y cosechas se están cobrando la vida de miles de niños.
Especialmente, es cruda y trágica la noticia que nos ha llegado de Níger a través de la Cruz Roja Nacional e Internacional. Pero las aportaciones económicas y los medios con los que cuentan las ONG y otros colectivos no siempre son suficientes. Sin embargo, todavía hay dinero en muchos países para fabricar armamento y venderlo y en otros para comprarlo, sin dimes ni diretes, y sin escrúpulos.
¿Dónde está la implicación de los Gobiernos occidentales en la donación del 0,5% al 0,7% de los ingresos del producto interior bruto? ¿Y las ayudas que sólo son para proyectos cuando faltan agua, medicinas, comida, etcétera? ¿Puede un adulto vivir con 200 gramos de pan diarios o de cereales racionados? ¿Y un niño?
Los grandes países, entre ellos, el Grupo de los Ocho, reunidos recientemente, bien harían de una vez por todas, junto a los organismos internacionales, de poner la mano y la carne en el asador para que nadie muera de sed, hambre, desnutrición, enfermedades infecto-contagiosas o de desnutrición.
Y eso aún a riesgo de quemarse y de renunciar a muchos intereses que todos conocemos, entre ellos la explotación sin control de los recursos y materias primas de los países pobres y subdesarrollados.