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Reportaje:EXTRANJEROS EN LA COSTA | Verano 2005

De 45 grados bajo cero a 45 a la sombra

David Pearce es un constructor canadiense que llegó del Polo Ártico a las tierras andaluzas para construir casas de madera

David Pearce llegó a Sevilla en 1991. Este canadiense de 48 años cambió el Polo Ártico por la costa gaditana, donde se dedica a la construcción de casas de madera.

Pearce llegó para trabajar en la edificación de un bar alemán y un salón del viejo Oeste en la Exposición Universal de 1992. Cuando en 1993 terminó de desmontar las construcciones de madera de la Cartuja, no se marchó como el resto de sus compañeros. Tenía una razón para quedarse: había conocido a la sevillana que después sería su mujer y la madre de su hija.

Pearce había convivido con los esquimales inuit del Polo Ártico, donde edificaba casas de madera, sólo tres meses antes de pisar tierras andaluzas. Cuando llegó al aeropuerto hispalense, no podía creer que la temperatura fuera real. "Creía que el calor se debía a los motores del avión. Cuando llegué al centro y vi que era el tiempo que hacía, me quedé de piedra. Había pasado de 45 grados bajo cero a 45 grados a la sombra", dice en perfecto castellano con acento norteamericano.

En el Polo tuvo que construir casas con tanto frío que calentaba las herramientas con fuego. "Con el viento, las temperaturas descendían a 60 grados bajo cero. Por eso vine, para descongelarme", explica con una sonrisa.

Desde que terminó las obras de la Expo, Pearce se ha dedicado a construir casas de madera. Sobre todo, trabaja en la costa gaditana. "Hago casas en Vejer, El Palmar y Caños de Meca", afirma. Aunque también ha construido en Sevilla y en las sierras de Huelva y de Jaén. "Conozco toda Andalucía por mis casas", comenta.

Pearce utiliza materiales específicos, típicos de los edificios nórdicos. "Uso madera de pino, porque es lo que se emplea más aquí", explica. Sus casas están siempre protegidas del frío y del calor con un doble plástico aislante. "En verano, son como una nevera. Los muros no dejan pasar la humedad, de modo que pueden durar más de cien años".

El precio, unos 660 euros por metro cuadrado, es, a su juicio, bastante económico. "A la gente le gustan mis casas porque tienen un coste fijo. No añadimos nada al presupuesto, como hacen otros constructores", alega.

Él se llama a sí mismo constructor. Aunque no es arquitecto, se encarga de los planos, de dirigir la obra y de edificar la casa con sus manos. "Para que sea legal, necesito la supervisión y la firma de un arquitecto", explica. "En las playas, la gente construye por la cara. Yo les advierto siempre a los clientes sobre qué es lo reglamentario, pero a algunos no les importa", argumenta.

Este verano David tiene un nuevo encargo. Un amigo estadounidense lo ha contratado para hacer una nueva casa en Olivares (Sevilla). El pago no se hará en metálico. "Viviremos aquí durante unos años y no pagaremos alquiler", explica mientras muestra orgulloso el edificio.

Pearce mira al futuro y se ve en Andalucía. No quiere volver a Canadá porque, para él, su tierra es un paraíso siempre que se vaya de visita. "No quiero empezar de nuevo otra vez", dice. Lo único que no entiende es la desconfianza de la gente: "en Canadá, aunque roben, dejamos todo abierto", recuerda.

El estilo de vida andaluz le gusta porque es tranquilo y abierto. Quiere tener calidad de vida y prefiere no coger muchas obras y ganar menos, pero vivir bien: "Lo que yo quiero es disfrutar", dice.

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