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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Napoleón, visto por Villepin

Antes de darse a conocer con un discurso en la ONU contra la guerra de Irak, y desde luego mucho antes de pedir una tregua de "cien días" como reciente primer ministro, el autor de este libro había publicado su reconstrucción del centenar de días que mediaron entre la huida de Napoleón Bonaparte de la isla de Elba y la deportación a la de Santa Elena, convertida en cementerio de las ilusiones de construir un Imperio liberal como salida al enfrentamiento entre la Revolución Francesa y el Antiguo Régimen. Napoleón Bonaparte, presentado como un héroe romántico y precursor de la unión europea: estos son algunos de los trazos de la visión plasmada por Villepin cuando se encontraba en pleno uso de sus facultades como intelectual y, sin embargo, llevaba cinco años en los vericuetos del poder. En aquel tiempo era secretario general de la Presidencia de la República junto a Jacques Chirac.

LOS CIEN DÍAS. El final de la era napoleónica

Dominique de Villepin

Traducción de Dina de la Lama Saul. Inédita. Barcelona, 2005

668 páginas. 26,92 euros

El lector de la versión española puede llevarse varias sorpresas. Primero, la visión idealizada de Napoleón, tan diferente a la del taimado invasor que ha perdurado entre nosotros. Después, porque apenas hay rastro de España en 668 páginas: en un libro posterior, Villepin comparó la desastrosa aventura hispánica de Napoleón con la invasión de Irak por George W. Bush. Y la tercera, por el acendrado patriotismo del autor, que le lleva a incluir a dos compatriotas, Napoleón y De Gaulle, en una corta nómina de genios mundiales.

La fuerza iconográfica de Bonaparte se une a la personalidad del autor para mostrar un gran fresco sobre la reconquista del trono por el emperador y los sucesos que llevaron a la muerte a 25.000 de sus más fieles soldados en Waterloo, ante una coalición anglo-prusiana dirigida por el general Wellington, al que Napoleón se permitió despreciar en vísperas del combate.

El autor lleva un poco lejos la exaltación del emperador al citar de sus palabras, sin mácula de crítica, la voluntad de "concentrar" a "más de treinta millones de franceses, quince millones de españoles, quince millones de italianos y treinta millones de alemanes", presentándolo como visionario de una futura "gran familia europea". Los que no compartan la construcción de la unidad europea a punta de bayoneta encontrarán, al menos, un buen lote de cabildeos e intrigas palaciegas, porque Villepin dedica lo mejor de sus esfuerzos a destapar la trastienda de politicastros gimoteantes y de traidores que se esconden tras el decorado del poder. Qué gran autor para desvelar épocas apasionantes, más contemporáneas y vividas en primera persona, en estos momentos en que Europa duda entre la componenda que salve los muebles y otro Waterloo diplomático y de convivencia.

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