Parón en I+D
El esfuerzo económico de la Unión Europea en I+D se ha estancado. Los datos ofrecidos ayer por el comisario europeo de Investigación, Janez Potocnik, muestran que en 2003 (último año del que se tienen cifras completas) la UE dedicó a la ciencia un 1,93% de su PIB, exactamente lo mismo que en 2002. Este parón llega en un momento especialmente delicado. Estados Unidos y Japón, los tradicionales competidores de Europa, van muy por delante en gasto científico, y en los últimos años China ha irrumpido con enorme energía en la carrera de la inversión científica, hasta el punto de que si los Veinticinco no lo remedian, serán superados antes de 2010.
Tampoco mejora las expectativas europeas el que los datos correspondan a 2003, justo el primer año en que se podía comprobar la sinceridad de los compromisos de la Cumbre de Barcelona de 2002, donde la Unión acordó aumentar el gasto en I+D y alcanzar el 3% en 2010. Nada de ello se ha materializado y las dudas sobre la sinceridad de las promesas van a encontrar ahora sustento en la dura realidad de las cifras.
Los resultados de España, que corresponden a la época de gobierno del PP, tampoco dejan espacio para alegrías. Con sus pobres porcentajes (un 1,05% del PIB), queda por detrás de Eslovenia y muy por debajo de los países a los que trata de equipararse. Las promesas de Zapatero para mejorar las cuentas de la ciencia aún necesitan tiempo para disipar el escepticismo de numerosos investigadores, sobre todo porque las cifras españolas todavía deben gran parte de su peso al sector militar y a la política de créditos.
Con este diagnóstico, gestos como los protagonizados recientemente por la anterior presidencia de la UE, que recortó a casi la mitad la propuesta de gasto en I+D de la Comisión, muestran que Europa está entrando en un terreno peligroso para su propio futuro. Si como pretende la Agenda de Lisboa, su objetivo es convertirse en la economía más competitiva del mundo, no se entiende que se deje enfriar la turbina de esta aceleración. Hacen falta medidas y, a la vista de la velocidad de los competidores, que se tomen urgentemente. Modernizar las regulaciones o incentivar las inversiones privadas, verdadero talón de Aquiles europeo, son ideas válidas. Pero ante todo, se han de cumplir los compromisos y que la política científica se convierta, más allá de las buenas intenciones del Gobierno de turno, en política real.
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