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Entrevista:David Trueba | Director de cine

"Creo todavía en la pasión del aprendiz"

Rocío García

A David Trueba (Madrid, 1969) le interesa ese amor que va unido al miedo, al terror que produce su desaparición, a que el fruto de la convivencia o el cruce de otras personas acabe con ese estado de felicidad. Y más ahora, cuando asegura que "no se vive la experiencia de esas parejas forzadas que han vivido nuestros padres y abuelos, parejas a las que se asistía al derrumbe del amor y, sin embargo, la pareja persistía, con sus cosas buenas y malas, y se enfrentaba a las frustraciones". "Hoy, al estar las puertas de la casa abiertas, el amor es todavía más difícil, esa convivencia es más peligrosa porque, a la mínima frustración, uno coge la puerta y se va. A veces la gente no lucha contra las frustraciones, que puede ser una experiencia enriquecedora". Mucha de esa filosofía yace en Bienvenido a casa, la película que David Trueba - tras La buena vida, Obra maestra y Soldados de Salamina- comienza a rodar el próximo día 25.

"Me encuentro todavía investigando muchísimas posibilidades, tratando de afianzarme en el oficio"
"Madrid es el triunfo del funcionario enrevesado que se cree dueño de cosas que pagamos todos"
"Es un honor trabajar en una carrera en la que también lo han hecho Berlanga y Azcona"

Su director la define como una "comedia romántica" y con ella vuelve a los inicios de su carrera. "Mis películas van naciendo del estado de ánimo en el que uno está, haces la película que te apetece a ti y que quieres dar al público. Todo eso se conforma de una manera muy intuitiva. Lo que hago es ponerme muy expectante acerca del porqué voy a hacer esta película ahora. Quizás lo pueda saber mejor al acabar que al empezar. Trato de no psicoanalizarme demasiado, sino de dejar que todo fluya. Mis películas tratan de retratar la vida, la gente que conoces, también a ti mismo, y de colocarlos ahí. A veces intentar saber el porqué de todo es un poco empobrecedor. Lo mejor es que las cosas entren y analizarlas a posteriori", dice el realizador y escritor en una casa de comidas del paseo de las Delicias de Madrid, frente al Museo del Ferrocarril, que acaba de visitar en pleno proceso de localización de escenarios.

Bienvenido a casa es su cuarta película, pero David Trueba se quiere ver a sí mismo como un constructor alejado del análisis. "Ahora hay demasiada responsabilidad autoral sobre las películas. Hay gente que, de pronto, con su cuarta película es como si quisiera cerrar su carrera, y que su sello sea personal y fantástico. Yo me encuentro todavía investigando muchísimas posibilidades, tratando de afianzarme en el oficio, haciendo un trabajo mucho más de construcción que de análisis. Lo entiendo así. El día en que llegue a hacer un trabajo de análisis, a lo mejor me retiro, porque creo todavía en el entusiasmo y en la pasión del aprendiz. En cuanto le pones la desidia del consagrado empiezas a hacer una basura de películas".

El filme será una comedia coral, con dos personajes centrales -Pilar López de Ayala (viola en una orquesta) y Alejo Sauras (fotógrafo en una revista de información general)- a los que acompañarán un elenco importante: Ariadna Gil, Juan Echanove, Carlos Larrañaga, Concha Velasco, Jorge Sanz, Vicente Haro, Javivi, Julián Villagrán y Juana Acosta. "Tendrán mucha importancia los personajes secundarios. Siempre me ha gustado en mis películas que haya mucha gente, como en la propia vida", explica el realizador.

Bienvenido a casa, con guión del propio Trueba, retrata el complicado paso entre el amor juvenil y el amor adulto. "Trata de una pareja joven que se enfrenta a venir a una ciudad que no conocen como Madrid, en el estado que está Madrid ahora y con lo que representa de amenaza para cualquiera que se quiera instalar aquí, desde ciudades más plácidas como pueden ser Santander, Logroño, Oviedo. Cómo esa pareja se enfrenta a crecer juntos, a tener responsabilidades, a dejar que el amor sea un juego y pase a ser una convivencia con sus rutinas. Me gustaba mucho hablar de ese enfrentamiento. La pareja retratada en un proceso de cambio. Muchas veces vemos retratada a la pareja joven, el amor romántico, y otras el hastío, el tedio, el drama de una pareja que se separa o se deja de querer. A mí me apetecía retratar ese punto medio en el que la pareja se quiere muchísimo, pero está entrando en un túnel que desconoce donde le va a sacar". Y el desencadenante de todo será el anuncio del nacimiento de un hijo.

Trueba, padre de dos hijos, retratará esa espera, ese momento de cambio. "Hay una cosa que no sé si es real pero en la que pienso a menudo, y es que la mujer es madre desde el momento en que se queda embarazada porque tiene un hijo dentro al que empieza a alimentar, que experimenta unos cambios físicos de una potencia increíble, y, en cambio, el hombre no es padre hasta que tiene al niño en sus brazos. Son dos diferentes vías de velocidad para dos trenes diferentes, y más cuando hay una relación amorosa".

En la película estará el Madrid que le gusta a David Trueba, nacido en el barrio de Estrecho, y también el que no le gusta. "El Madrid anárquico, sucio, feo, hostil, con obras, atascos, donde nada está preparado ni calculado para ser un placer al ciudadano, sino todo lo contrario, y donde, sin embargo, el ciudadano encuentra unas vías de escape maravillosas en la cotidianeidad, en la noche, en ciertos rincones prodigiosos", explica con la esperanza de que en agosto la temperatura de la capital descienda algunos grados. Trueba se queja de los problemas que está teniendo para poder rodar en algunos escenarios con los que él había soñado. Y tiene elementos de comparación, cuando piensa en las facilidades que le ofreció una ciudad como Girona en su anterior filme, Soldados de Salamina. "Aquí todo son dificultades", asegura refiriéndose a Madrid. No le han dejado ni entrar en el Teatro Real, donde quería rodar una escena en la que la protagonista ensaya con su viola. Tampoco en la Maternidad de O'Donnell -"me encanta esa fachada maravillosa, con las letras que me recuerdan al cine de Eisenstein"- . "Esta ciudad es tan disparatada que, sin atreverme a compararme con Woody Allen, es como si a él le impidieran rodar en Central Park o Manhattan. En Madrid se gastan miles de millones en campañas publicitarias para incitar a la gente a visitarla, cuando está demostrado que enseñar una ciudad en una película es el mejor spot. Es un poco penoso el trato que recibes. Es el triunfo del funcionario enrevesado y retorcido que se cree dueño de cosas que pagamos todos".

Fuera de estas quejas, David Trueba de lo que se siente bien orgulloso es de su oficio, de ese paso de gigante que dice vivir con cada película y de pertenecer a ese colectivo a veces tan denostado. "Hay un gran desconcierto con respecto al cine español por parte incluso de los que formamos parte de él, y es esa sensación de no pertenencia o de tratar de alejarse de un cine que es el nuestro. Para mí, es un orgullo pertenecer a un oficio en el que han trabajado Fernán-Gómez, Pepe Isbert, Paco Rabal, Buñuel, Summers... Es un honor trabajar en una carrera en la que también lo han hecho Berlanga o Azcona. No tengo ningún problema para reconocerme como cineasta español, cuando parece que la palabra español unida al cine es como algo que envenena. Evidentemente, a nadie se le puede pedir que defienda todo el cine español, pero tampoco en el cine americano".

Por ese orgullo del pasado y el presente del cine español es por lo que aceptó la vicepresidencia de la Academia de Cine, cargo para el que resultó elegido en mayo de 2004, sin haber presentado su candidatura. "Pensé que fugarme era insolidario". Y ahí sigue, intentando dar salida a las frustraciones y a que la Academia no se quede únicamente en mera organizadora de los Goya, esa carrera tan competitiva que más bien parece la de "los 100 metros lisos".

David Trueba, el jueves pasado, en el Museo del Ferrocarril de Madrid.
David Trueba, el jueves pasado, en el Museo del Ferrocarril de Madrid.BERNARDO PÉREZ

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