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Reportaje:

Turquía apura sus deberes

El país euroasiático acelera las reformas de su economía, aunque los cambios son aún insuficientes para el ingreso en la UE

La UE ha confirmado que en octubre iniciará las conversaciones para la adhesión de Turquía. Los negociadores europeos se encontrarán con una economía en pleno crecimiento que, de la mano del FMI, lucha por ordenar unas deficitarias finanzas públicas. La mayor ventaja para la UE es la incorporación de un mercado potencial de 70 millones de habitantes y de un aparato productivo ávido de capital extranjero. Sin embargo, algunos organismos cifran el coste anual de la adhesión en más de 11.000 millones, destinados en su mayoría a ayudas a su agricultura.

Algunos estudios cifran entre 11.000 y 18.000 millones de euros el coste anual del ingreso de Turquía para la Unión Europea en 2015
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De la mano del FMI

Uno de los exámenes más duros que debe pasar Turquía antes de ingresar al selecto club comunitario es el de su economía. Si bien los líderes europeos han pedido explícitamente al Gobierno de Ankara, y a su primer ministro, Tayyip Erdogan, que mejore su entorno de libertades civiles como uno de los principales requisitos antes de empezar las negociaciones, diferentes analistas privados coinciden en que la reciente bonanza económica del país euroasiático ha sido clave para que la UE decidiese dar luz verde a su eventual adhesión y evalúe abrir la puerta a su ingreso en 2015.

La economía turca está inmersa en un intenso proceso de desarrollo que le ha llevado a crecer un 8% en promedio durante los últimos tres años, convirtiéndose en el miembro de la OCDE que más ha elevado su PIB en tal periodo.

Tras una severa crisis financiera y monetaria en 2001, Ankara, con la ayuda del FMI, lentamente está logrando una transición hacia el nuevo "régimen económico" exigido desde Bruselas. Gracias a los esfuerzos por ordenar sus finanzas públicas y racionalizar el gasto, Turquía ha logrado orientar su aparato productivo y macroeconómico hacia estándares europeos, aunque la propia UE reconoce que queda aún un largo camino por recorrer.

Clima favorable a la inversión

El país creció un saludable 8,9% durante el año pasado y se prepara para elevar su PIB un 5,6% en 2005, según los pronósticos estatales, y un 4,7% según algunos organismos privados. Los datos de la Oficina Estatal de Estadísticas que corresponden al primer trimestre confirman estas previsiones, aunque los datos se muestran algo inferiores a las mismas cifras de 2004 a esta altura del año en casi diez puntos, principalmente por efectos del negativo entorno internacional y del precio del petróleo.

Los avances se traducen en una fuerte alza del consumo interno, que se elevó un 10,1% durante 2004 y que en este curso debería cerrar en un 5,3%. A estos datos positivos se suma la reactivación de sus principales sectores productivos, como manufacturas, que crecen al 5,5%, y construcción, que durante el primer trimestre del año tiró del carro de la economía con un crecimiento interanual del 16,5%. Por contra, el comercio exterior, y sobre todo las exportaciones, se mantiene a la baja.

Con este panorama, los beneficios para la UE frente a una eventual entrada de Turquía al club vendrían principalmente por el lado del comercio exterior. Para los Veinticinco se abre un enorme mercado potencial de 70 millones de personas en sectores productivos ávidos de inversión extranjera y con una de las manos de obra más baratas del mundo. En los últimos dos años, los intercambios entre ambas partes se han incrementado notablemente. El comercio de bienes hacia la UE se incrementó un 11,5% hasta el 54,7% de la balanza comercial turca, mientras que el las exportaciones hacia Europa, sin contar los países de la ampliación, crecieron un 12,8%, el 58,1% del total de las ventas turcas al exterior.

El efecto estratégico de Turquía como puerta de entrada a Oriente Medio, donde se hallan las mayores reservas de petróleo del mundo, es también muy favorable para el posicionamiento de la Unión Europea en la zona.

El otro gran aliciente para la entrada de la Turquía es la inversión extranjera. Tras sus acuerdos con el FMI en 2002, el Gobierno emprendió un programa privatizador que incluía al sistema financiero y empresas emblemáticas como Turkish Airlines, el gigante estatal de las telecomunicaciones Turk Telekom y los monopolios del alcohol, tabaco y azúcar. No obstante, este programa ha sufrido diversos retrasos por protestas de movimientos sociales, la excesiva burocracia y la intención del Gobierno de desprenderse sólo de una parte de las empresas. La inversión privada turca se ha ralentizado desde un 65,5% de crecimiento el primer trimestre del año pasado hasta sólo un 4,8% durante los primeros tres meses de 2005.

Los detractores de la adhesión, entre los que se hallan sindicatos europeos y partidos nacionalistas, advierten que la entrada de Turquía sería el paso definitivo hacia la temida deslocalización europea, con enormes costes económicos y financieros para los países más desarrollados. Turquía es, en este sentido, un apetecible bocado para las empresas que quieran ahorrar costes, ya que su legislación laboral es flexible, su ingreso por habitante no llega al 5% de cualquier país de Europa occidental y el coste por hora de cada trabajador no superó los 1,8 dólares, según los últimos datos de 2003.

Un segundo factor que genera divisiones es la agricultura. Un estudio del Centro de Estudio Políticos Europeos (CEPS), cifra entre 11.000 y 18.000 millones de euros el coste anual del ingreso de Turquía para la UE en 2015.

Reformas pendientes

Detractores y promotores concuerdan en que los últimos tres años los avances han sido significativos, aunque insuficientes, sobre todo en el ámbito de las reformas estructurales. Según la OCDE, a pesar de los recientes esfuerzos, todavía se ha hecho poco para mejorar la eficiencia del gigantesco e ineficiente sector estatal, la racionalización del gasto público y la disminución de la economía sumergida, que emplea a casi el 50% de la población. Tampoco se han hecho esfuerzos suficientes para poner fin a la excesiva burocracia y la agilización de los procedimientos administrativos para fomentar la creación de empresas.

Los analistas también apuntan a los escasos programas para reducir las desigualdades en la población. De ingresar en la UE, Turquía se convertiría en el país más pobre, con un producto interno bruto per cápita que escasamente llega al 27% de la media europea y un ingreso medio por habitante de sólo 1.400 dólares. A esto hay que sumar las elevadas tasas de paro, que no han bajado del 10% durante los últimos cinco años.

Con todo, Turquía ha logrado salir de una fuerte crisis financiera y se presenta más fuerte, aunque aún muy vulnerable a las crisis económicas internacionales.

A la luz de las exigencias a los diez países que ingresaron en 2003, la economía turca está muy lejos de pasar el corte exigido por el departamento financiero de la Unión Europea. De hecho, las propias autoridades de Ankara reconocen que el camino para adaptarse a los requisitos es aún muy largo, sin embargo, los europeístas apuestan por que el ritmo de reformas y avances se mantenga y que en 2015 el país cuente con una economía mucha más propicia a la adhesión.

Tayyip Erdogan, el pasado mes de octubre, en una reunión con Schroeder, Chirac y Raffarin.
Tayyip Erdogan, el pasado mes de octubre, en una reunión con Schroeder, Chirac y Raffarin.AP

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