Realismo impostado
La impostura es el peor defecto que puede poseer el cine social. Más allá de que a lo largo de la crítica se introduzca el adjetivo bien intencionada para calificar la obra en cuestión, y Maroa lo es, el hecho de que una película arrastre la sensación continua de que está echando mano de las peores artimañas para provocar impresión de realismo resulta fatal.
Encuadrada en el subgénero dramático de la iniciación a la educación de un ser desprotegido por la sociedad, Maroa posee una estructura que da saltos sin sentido. Por ejemplo, la niña protagonista pasa en un par de secuencias de no saberse las notas del pentagrama a aspirar al puesto de clarinete solista en una banda. La forma de contar el pasado de los dos personajes principales está tan descuidada que parece obra de una principiante.
MAROA
Dirección: Solveig Hoogesteijn. Intérpretes: Tristán Ulloa, Yorlis Domínguez, Elba Escobar, Luke Grande. Género: drama. España, Venezuela, 2005. Duración: 102 minutos.
Hay demasiados fallos en el sonido directo (caso de la escena anterior al paso de la autopista con la venda en los ojos) y, como remate, la secuencia que dará lugar al drama del regreso a España del profesor viene provocada por un hecho improbable tal y como se ha presentado al personaje.
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