La enseñanza como un acto de creación
El pintor Antonio López y el escultorJulio López vuelven a impartir sus cursos magistrales en El Escorial
Antonio López (Tomelloso, 1936) imparte esta semana su taller de pintura y dibujo a un grupo de 16 alumnos, y son 12 los que asisten al de escultura que dirige Julio López (Madrid, 1930). Antes de iniciar la sesión de tarde de ayer, pintor y escultor hablaron sobre su visión del arte, su pasión por enseñar y la importancia de los cursos intensivos en El Escorial. No coincidieron al tratar de la situación actual del arte como espectáculo.
Antonio López y Julio López coinciden en que en nuestros días "entramos en un mundo más oscuro", donde hay cada vez menos certidumbres y más desengaños ante la vida. "Cuando era joven se creía que el comunismo podría ser la solución, y en la etapa anterior se creía que el fascismo era la salida y eso se ha derrumbado. Es difícil creer ya en nada", afirma Antonio López. "Y para bien o para mal, eso se refleja en la vida y en el arte", remata.
Julio López considera que "hay un desencanto de la vida, que nos arrolla" y, aunque piensa que antes había "un espacio espiritual más claro", no se atreve a afirmarlo porque sospecha que su visión puede estar "afectada por la edad". Esta visión desencantada del mundo se refleja en el arte, según el escultor, con "un eclecticismo muy grande, en el que conviven tendencias muy diversas y donde no hay una meta común, porque el arte se ha convertido un poco en exceso en espectáculo". "Para mí, el arte era más una lección personal, más un lenguaje de tú a tú que llegaba al espectador con un sentido", comenta. Sin embargo, en el arte actual hay mucha diversión e ingenio, "pero falta esa otra trascendencia y profundidad".
Antonio López difiere: "El espectáculo en el arte se lleva dando muchísimo tiempo, ya Rubens era un espectáculo". Para él, en el artista contemporáneo hay una necesidad de purificarse, de profundizar, "aunque no siempre lo logre", matiza.
El pintor manchego y el escultor madrileño, que son amigos desde 1952, cuando cursaban sus estudios en la antigua Escuela Superior de Bellas Artes (hoy Facultad de Bellas Artes de la Complutense), coinciden, sin embargo, en muchos más puntos de los que debaten.
Los dos piensan que el aprendizaje es un proceso que no acaba nunca. Y también para ambos dar clases "es un placer". Antonio López asegura que le gusta la relación "con estas personas, que vienen de sitios inesperados y que te hacen revisar muchas cosas de tu trabajo". Julio López dice que aprender Bellas Artes "es duro porque siempre estás anhelando lograr algo".
Para el pintor, los cursos "son un acto de creación, tanto para ellos como para nosotros". El "único punto de encuentro entre los estudiantes y nosotros es la figuración", asegura. Para el escultor, la ventaja es que, generalmente, los asistentes han trabajado "desde la penumbra que supone estar sólo, y si alguien de fuera te pone una luminaria, terminas aprendiendo mucho". Y añade: "Les ayudamos a encontrar un camino personal".
"El arte es una búsqueda constante", afirma Antonio López, que explica que los cursos del Escorial son un buen lugar "para hacer un giro", porque los artistas no están en su estudio, protegidos por su entorno. A pesar de las incomodidades, "demuestran ser personas con mucha generosidad para situarse en esa coyuntura y de ahí puede surgir algo bueno, aunque a veces no se vea en el primer momento". Al final de la entrevista, los artistas se apresuran a ver a sus alumnos, que los esperan trabajando. Unos representan con plastilina a un modelo desnudo, otros llevan al lienzo un conjunto de frutas y verduras.
Babelia
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