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Reportaje:

Tres pisos, tres experiencias

Un propietario de viviendas que ha entrado en la bolsa de alquiler social ha tenido buenos y malos inquilinos

Blanca Cia

Ildefons Lacasta es un propietario de tres pisos en Barcelona que ha alquilado a través del Patronato Municipal de la Vivienda (PMH) dentro del programa social de ayuda al acceso a la vivienda. Son pisos ocupados por inquilinos propuestos por el PMH, personas con un nivel de ingresos que les deja fuera del mercado de alquiler libre. Mujeres solas con hijos, familias con ingresos oscilantes, inmigrantes con trabajos inestables y personas de edad avanzada que se han quedado solas suelen acudir a las oficinas del PMH.

Lacasta había adquirido esos pisos y decidió alquilarlos a través del servicio de intermediación del PMH tras informarse de la existencia de ese programa. De esa forma alquiló una vivienda en L'Hospitalet, otra junto a la avenida del Paral.lel y una tercera en la calle Nou de la Rambla. Como muchos otros propietarios de viviendas, era reticente a alquilar por miedo a problemas posteriores de impagos o desperfectos. "Si decidí alquilarlos a traves del patronato fue precisamente porque me dijeron que esos riesgos quedaban cubiertos con un seguro", apunta ese propietario. En 1999 alquiló los tres pisos y el resultado de la experiencia ha sido desigual.

"Con el piso de L'Hospitalet fue terrible. Me dejaron de pagar y cuando conseguí recuperarlo, al cabo de ocho meses, estaba fatal, con desperfectos", explica. "Los desperfectos eran perfectamente comprobables en las fotografías", añade. Al segundo mes de impago del alquiler, recurrió a la aseguradora, Mapfre. "Fueron muy lentos y al final me reembolsaron seis meses del alquiler y tardé dos más en recuperarlo", recuerda. El PMH se comprometió a correr con los gastos de la reparación de los desperfectos si volvía a entrar en el programa de alquiler social. Y así lo hizo.

En el caso del piso del Paral.lel la suerte no ha sido exactamente la misma. "Se trataba de una familia con ingresos muy bajos que, según el patronato, eran muy buena gente y pagarían. Pagaron un tiempo, pero ya he avisado de que hace dos meses que no lo hacen. Menos mal que me han informado de que rescinden el contrato y así no tendré problemas", argumenta este propietario.

La otra cara de la moneda es la experiencia que tiene en el piso de Nou de la Rambla, alquilado hace cinco años a una mujer que vive con su hija: "En este caso es al revés. Se trata de una persona muy cumplidora que, además, cuida el piso. Ahora se le acaba el contrato y quiere quedarse". Esta mujer paga un alquiler de 450 euros al mes por el piso amueblado. La finca tiene ascensor y está rehabilitada, igual que la vivienda. "El piso es de dos habitaciones y un salón grande", explica Lacasta.

A este propietario con experiencia en el programa de vivienda social le parece que el sistema sólo funcionará con las suficientes garantías: "No se puede pedir al propietario de una vivienda un alquiler social -es decir, más bajo del que pudiera obtener en el mercado libre- si después no tiene las suficientes garantías de que los riesgos y el impago están cubiertos. Y si las aseguradoras no responden inmediatamente cuando hay problemas, tendrá que afrontarlo la Administración, porque el contrato se suscribe con la Administración

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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