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Columna
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Fundamentalismo euroatlántico

Blair tiene un propósito que es una obsesión: instalar Europa en el espacio euroatlántico. Obsesión que no le es propia sino que corresponde a la vieja relación privilegiada del Reino Unido con EE UU. Para Blair y los sucesivos líderes políticos británicos, su país sólo es concebible desde el cuadrante atlántico y su función de puente entre Europa y América es su destino histórico. Destino que en esta fase de imperios y globalizaciones sólo puede cumplirse en un territorio político común. Lo que exige la euroatlantización de Europa, y explica los comportamientos comunitarios del Reino Unido que pueden calificarse de adversativos. Quien haya tenido alguna familiaridad con la posición de Gran Bretaña en las Comunidades europeas y en la Unión sabe que tanto en las grandes decisiones como en la gestión cotidiana, su opción permanente ha sido el niet, en particular para aquellas propuestas que pudieran suponer un avance de la construcción europea. ¡Cuántas directivas europeas han tenido que esperar años hasta recibir el plácet británico y muchas de ellas han acabado siendo abandonadas! La historia de la resistencia del Reino Unido, desde dentro y desde fuera de la Unión Europea, a la Europa política esta por hacer y sería muy aleccionadora.

La indefinición de las fronteras europeas y la incorporación rápida o inmediata a la Unión de cuantos países, con una mínima calificación, lo han solicitado, se ha traducido en una ampliación indigestible, a la que Gran Bretaña ha contribuido con entusiasmo por cuanto suponía arrumbar definitivamente el proyecto de la Europa política. Claro que ese fervor integracionista para tener una mínima credibilidad tenía que venir acompañado de un aumento sustancial de los recursos globales de la Unión, es decir de un presupuesto que acompañase los esfuerzos de los nuevos países. Se pensaba que en esta ocasión, Blair apoyaría la elevación del presupuesto comunitario. Déjenme que les cuente por boca de Jean-Claude Juncker, presidente en ejercicio del Consejo Europeo, lo que en realidad ha sucedido. El jefe del Gobierno luxemburgués, en su intervención del Parlamento Europeo del 27 de junio, dejó la evasiva retórica habitual en este tipo de ejercicio y nos relató el debate de la Reunión del Consejo a propósito del presupuesto de la Unión para el periodo 2007-2013 y de la posición de la Gran Bretaña en relación con la contribución que recibía de la Unión -el llamado cheque británico-. Juncker, conocedor de la intransigencia británica en este punto no quiso proponer que se suprimiera, sino tan sólo que se limitase a 4,7 millones de euros con el fin de disponer dentro del volumen global del presupuesto de un margen suficiente para que los Países Bajos pagasen un millardo menos de euros y Alemania y Suecia pudieran aliviar su pesada contribución. Pero el Reino Unido rechazó la propuesta. Juncker hizo entonces una segunda proposición elevando el cheque británico a 5,5 millones, permitiendo con ello la financiación de las políticas de cohesión en los nuevos Estados miembros. Pero Blair se opuso también a esta segunda proposición exigiendo que previamente se resolviese el tema de la Política Agrícola Común en el sentido de sus intereses. Con esta negativa no sólo retrasó considerablemente la efectiva incorporación financiera a la Unión Europea de los nuevos países, de los que se proclama el primer valedor, sino que hizo imposible que recibieran el 1 de Enero del 2007 las dotaciones financieras con los que contaban para el funcionamiento de sus economías. John Gray, profesor de pensamiento político de la London School of Economics en un brillante articulo en el Higher Education Suplement del Times analiza en profundidad el decurso ideológico de Blair, desde la versión laborista de la social-democracia que tuvo en sus inicios hasta la mezcla de social-liberalismo y de neoconservadurismo que caracteriza su posición actual. Lo más interesante de la tesis de Gray es que el basculamiento blairiano hacia la derecha no deriva de consideraciones político-sociales sino esencialmente religioso-fundamentalistas, de las que da numerosos ejemplos y que son los que fundan el mesianismo que preside su actuación y le vinculan más estrechamente a Bush y a sus opciones de gobierno. Todo lo cual aleja la Europa de Blair del modelo europeo y hace aún mas difícil su aceptación.

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