Relevo en Bulgaria
Los socialistas búlgaros han ganado, como se esperaba, las elecciones parlamentarias y han apeado del poder a Simeón Sajonia-Coburgo, a cuyo partido centrista han sacado 11 puntos. Pero su victoria dista de ser suficiente para permitirles gobernar sin dependencias. El veredicto de las urnas anticipa negociaciones largas y fatigosas para formar un Gobierno estable, que resulta imperativo si el país balcánico quiere hacer a tiempo los deberes que permitan su incorporación a la Unión Europea en 2007, su prioridad absoluta.
En Bulgaria el castigo electoral a los gobiernos salientes es tan ineludible como el cambio estacional. El primer ministro Sajonia-Coburgo y sus tecnócratas no se han librado de él, pese al ingreso en la OTAN, el tratado de adhesión a la UE, la estabilidad macroeconómica o la reducción del desempleo. Los desencantados ciudadanos le han pasado factura por ser incapaz de cumplir sus tajantes promesas de 2001 de elevar sustancialmente el nivel de vida de un país que vive con el 30% de la renta media europea. Pero también por no atajar la corrupción y la delincuencia y por el astronómico desfase entre las ciudades y el medio rural.
La tarea del próximo Gobierno será ingrata. Bulgaria no está en buenas condiciones para satisfacer a tiempo las exigencias de Bruselas, que este mismo mes ha advertido de serias deficiencias en terrenos clave. Las circunstancias europeas actuales hacen además a la UE más proclive a pisar el freno que el acelerador, lo que significaría posponer un año la incorporación de Sofía. Requisitos como un nuevo Código Penal, la reforma de un poder judicial anquilosado y venal o la movilización a fondo contra la corrupción y el crimen organizado exigen un Ejecutivo firme y una mayoría parlamentaria sólida, muy alejada de la que dibujan los resultados electorales. Además hay que llevar dinero al bolsillo de los ciudadanos.
A los socialistas triunfantes - herederos maquillados de los comunistas, arrojados del Gobierno en 1997 por una revuelta popular tras provocar el desastre económico del país- no les basta su alianza con la minoría turca. Para conseguir una mayoría parlamentaria consistente tendrán que buscarse incómodos aliados entre los partidos pequeños, descartada la inquietante formación filonazi que ha irrumpido en el Parlamento búlgaro como cuarta fuerza del país. O recurrir, como ya sugieren algunos de sus dirigentes y probablemente exige la magnitud del desafío, a una gran coalición que incluya las fuerzas del derrotado Simeón. Ése sería desde el punto de vista funcional el desenlace que mejor garantizaría el rápido arranque de la nueva maquinaria política.
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