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EL FUTURO DE EUROPA | Relaciones con Washington

Los problemas crecen a ambos lados del Atlántico

En la superficie podría parecer que George W. Bush recibió ayer con magnanimidad a los agobiados líderes europeos que trajeron un equipaje poco vistoso a la Casa Blanca: la paralización de los planes de la Constitución y el desacuerdo sobre el futuro presupuesto, además de la guerra interna que se libra entre las grandes capitales. Bush tuvo palabras amables y dijo que EE UU quiere "una UE fuerte"; en su Gobierno se ha guardado silencio y no se ha echado sal en las heridas europeas, quizá porque a pocos les ha quitado el sueño el asunto.

Pero Bush tiene sus propios motivos de agobio. Nunca, desde que está en la Casa Blanca, ha tenido unos índices de popularidad tan bajos (en torno al 40%, cuando tanto Clinton como Reagan tuvieron un 60% durante el primer año de su segundo mandato); y nunca su política en Irak ha sido tan criticada: sólo recibe el respaldo del 37%, y ya son más del 50% los que creen que la guerra no mereció la pena.

Las cosas van mal cuando nada menos que el representante republicano de Carolina del Norte, Walter Jones -el mismo que tuvo la idea de proponer hace dos años que se suprimieran las patatas fritas a la francesa del menú del Congreso-, dice que ya es hora de debatir la retirada de las tropas "después de 1.700 muertos, 12.000 heridos y 200.000 millones gastados". Otros republicanos -para no hablar de los demócratas- se han sumado a las críticas sobre la ausencia de alternativas en Irak.

En el frente nacional, Bush tiene un panorama no menos complicado: ha malgastado el capital político que ganó en noviembre y que dijo que iba a invertir en sus proyectos. El debate sobre la reforma de las pensiones languidece, el pésimo nombramiento de John Bolton como embajador ante la ONU y las apuestas contra el aumento de fondos públicos para investigar con células madre o a favor de prolongar artificialmente la vida a Terri Schiavo han abierto grietas con los republicanos moderados. Los demócratas se han envalentonado y hacen una oposición de desgaste que es eficaz, sobre todo porque los republicanos que tienen elecciones dentro de año y medio -a diferencia de Bush- no quieren arriesgar sus escaños por seguir políticas impopulares.

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