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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa, rota

"Triste y avergonzado", se declaró el presidente de turno del Consejo Europeo, Jean-Claude Juncker en la madrugada de ayer, tras el estrepitoso fracaso de la reunión, efecto de la guerra que enfrentó a Chirac y a Blair. Tristes y avergonzados deben sentirse hoy muchos europeos ante la "crisis muy profunda", también según el luxemburgués, en que está sumida la Unión Europea. La negociación sobre las perspectivas presupuestarias de la UE para 2007-2013 se tornó tan bochornosa que en los últimos momentos los 10 nuevos de la UE, los que más tienen que perder si no hay acuerdo, ofrecieron recibir menos si eso contribuía a una solución. Pero el enfrentamiento no era sólo sobre dinero, sino sobre modelos de Europa. Está claro que unos, como Blair, quieren ir un poco más allá de un gran mercado, mientras que otros desearían una mayor integración política.

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El bloque formado por británicos, suecos y holandeses fue el que acabó cargándose la cumbre. Blair puede haber conseguido una victoria pírrica, pues el 1 de julio toma las riendas de la Unión en unas condiciones que la harán ingobernable: sin Constitución y sin presupuestos. Es verdad que hay tiempo para todo. Pero la Constitución está casi muerta, y la cuestión financiera no podrá resolverse hasta, como pronto, dentro de un año. Blair, que defendió el cheque británico, planteó una revisión a fondo del sistema presupuestario y de la política agrícola común. No le falta razón, pero eran cuestiones que tendría que haber planteado un año atrás, no unos días antes de este Consejo que de haber aprobado el marco presupuestario futuro hubiera enviado una señal constructiva ante la crisis causada por la entrada en coma prácticamente irreversible de la Constitución. Habrá que pensar en otras formas de hacer Europa, pero su diseño depende en parte de lo que ocurra en las elecciones alemanas de septiembre y las francesas de 2007. Demasiada espera para una Unión rota, sin ejes estructuradores y sin liderazgo.

Es de esperar que Zapatero explique con claridad en el Congreso su actitud en Bruselas, pues permaneció en el banquillo casi todo el tiempo. No fue uno de los jugadores centrales ni en el debate sobre la Constitución -como si no quisiera admitir la realidad tras los noes de franceses y holandeses-, ni en el presupuestario. Su intervención central fue para rechazar tajantemente al final una oferta que no iba por mal camino para los intereses españoles, cuando Blair ya la había vetado, pero antes de que los nuevos miembros pusieran a los socios fundadores ante el espejo de sus egoísmos nacionales. Para la vicepresidenta del Gobierno, era mejor que no hubiera acuerdo a un mal acuerdo. La gravedad de la situación europea no le da la razón.

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