Sónar explora el encuentro de la alta cultura con la cultura de masas
La oferta del festival de músicas avanzadas combina lo comercial con lo experimental
Los nuevos medios, desde el cine o el disco a las actuales redes informáticas, dinamitaron hace ya un siglo la diferencia ancestral entre la alta cultura y la cultura de masas. Sin embargo, el abismo parece seguir vigente aún en medios académicos y museísticos. El festival Sónar ha hecho grandes esfuerzos en lanzar puentes y en esta edición, además de su tradicional combinación de minoritarias actuaciones experimentales y sesiones de baile con figuras de gancho comercial, ha propuesto un taller conjunto con especialistas de la escena electrónica y la artística, así como, por segundo año, un concierto en el que la Orquesta Sinfónica de Barcelona (OBC) ha actuado junto a disjockeys, raperos y artistas electrónicos.
"En el aspecto artístico, por una parte, está la escena electrónica que desde hace años funciona en festivales como Ars Electrónica, la Transmediale o el Sónar, y, por otra, está la escena artística que circula a través de museos y bienales. Están trabajando de manera paralela, pero no hay contactos entre ellos y más bien se producen dinámicas de atracción y rechazo. Es una situación que dura desde hace años, pero que cada vez es más evidente y alarmante", comenta Rosa Pera, crítica de arte y directora del taller Real Time, que estos días ha reunido en el marco del Sónar a los dos mundos con artistas como Antoni Abad o Casey Reas y expertos como Christine van Assche, responsable de vídeo del Centro Georges Pompidou de París, o Mia Makela-Solu, activista cultural finlandesa.
"Ya pasó a finales de los años sesenta cuando surgieron colectivos que utilizaban las nuevas tecnologías para realizar obras más interactivas con el público y que proponían nuevas maneras de circulación del arte. Pero sólo algunos casos, como Nam June Paik, John Cage o Öyvind Fahlström, se han recuperado, especialmente en sus piezas más objetuales, en el circuito. Ahora hay menos excusa, porque muchas de estas piezas con nuevos medios son accesibles por Internet, aunque el desconocimiento en el ámbito museístico es total. Y en el caso de las instalaciones, la mayoría se ven sólo en festivales de música en los que la información es tan grande que todo se diluye".
Un ejemplo es, también, la programación de cine del festival que este año incluye, por ejemplo, una selección de cortos de Cinema Concret, un experimento de colaboración entre músicos como Pierre Schaeffer y Xenakis y artistas como Caroline Laure o Piotr Kamler, que trabajaron en cortos para televisión nunca emitidos. Otra muestra es la nueva banda sonora del filme The three ages, de Buster Keaton, que ha realizado el famoso pinchadiscos de Detroit Jeff Mills, uno de los "fetiches" del Sónar, que la noche pasada volvió a electrizar al público con sus vertiginosos cambios de disco.
Pero el ejemplo más evidente de esta combinación de culturas pudo verse ayer y el jueves en el Auditorio de Barcelona. La Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC), a las órdenes de Pedro Alcalde, se puso por segundo año al servicio de la experimentación más radical. Con resultados muy interesantes.
"El entendimiento ha sido perfecto. Sónar y OBC tenemos terrenos comunes que explorar y nos beneficiamos mutuamente", expone Joan Oller. El director del auditorio barcelonés ha recibido diversas peticiones para que explique esta experiencia en el primer encuentro de orquestas europeas que se celebrará en Estrasburgo del 24 al 26 de este mes. Y es que el gran mérito de Sónar siempre ha sido obtener complicidades desde las constelaciones más apartadas del firmamento cultural. Así, la música expresionista y doliente de Anton Webern (Viena, 1883-Mittersill, 1945) interaccionó con las alucinantes combinaciones sonoras de DJ/rupture, un disjockey cuyos movimientos con discos de vinilo eran proyectados sobre una pantalla gigante. No acabó de lograrse del todo la síntesis, acaso por prevalencia excesiva del componente electrónico sobre el sinfónico.
El momento más intenso de la velada llegó de la mano del rapero y poeta Doseone, que, ataviado con una levita negra y una angustiosa ala desparejada de ángel roto en la espalda, recitó sobre fondo de Webern su escalofriante poema Suerte y miedo, dedicado a un amigo tetrapléjico (una vértebra roja a nivel de la nuca de una columna vertebral marcaba en escena el punto preciso del drama). Ahí sí se logró un equilibrio conmovedor.
Vino a continuación una pieza compuesta para ordenador de Richie Hawtin con acompañamiento orquestal compuesto por Pedro Alcalde y Sergio Caballero, una de las tres almas del Sónar. Interesante la vía que propone esta obra por la libertad de experimentación que comunica.
Más convencional fue la segunda parte del concierto, con músicas de Takemitsu, Bartok, Debussy y Mussorgski sobre el tema del paisaje (que es a la vez el tema de la exposición central del Sónar) con vídeos de Rachel Reupke y Dietmar Offenhuber.
Menú a la carta
Tanta es la oferta, que acaba el día y nadie ha visto el mismo Sónar. Cada visitante puede realizar su propio collage, una disciplina que está en la base de la estética musical y visual del festival, con la selección de actuaciones, exposiciones, pases de cine o presentaciones. Para rizar el rizo, también hay todo un apartado "a la carta", con selecciones comisariadas de música, cine y arte.
Este apartado de Sónar tiene este año tres exposiciones. Una se centra en la abstracción, con piezas seleccionadas del festival Abstraction Now (www.abstraction-now.at). El artista griego Miltos Manetas ha escogido las obras que se ven en el apartado Neen (www.neen.org), que presenta como un nuevo "movimiento artístico" caracterizado, parece, por una animación un tanto naïf
. Por último, está la selección Ghost in the Shell, del colectivo Imbécil (http://imbecil.net), que presenta obras realizadas con los comandos del ordenador. Puede verse, por ejemplo, La guerra de las galaxias. Episodio IV, plano a plano, realizada con puntos, números y otros comandos del teclado de la mano de Simon Jansen (www.asciimation.co.nz). Más información en www.sonar.es
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