La heterodoxia musical marca la segunda jornada
Faldas escocesas, pieles tan blancas que hieren la vista, ritmos descuajeringados, sol, algún niño paseado por madre con rastas, idiomas europeos a destajo, más sol, extranjeros tomándolo sobre el césped artificial y música, mucha y por lo general heterodoxa. Breve resumen de una nueva jornada de Sónar, el festival que en la jornada diurna de ayer dio alas al éxito de propuestas tan dispares como The Durruti Column, Subtle, Mouse On Mars, Radian o World's End Girlfriend. Fueron muestras de un catálogo musical que escapa de los lugares comunes haciendo de Sónar un festival diferente.
Lo es tanto que incluso al pedir una cerveza en las barras puedes encontrar a un camarero que suelta tan pancho: "Yo a Subtle les encuentro el punto desgarrado de Primus, pero sin la tensión garajera". Insólito. Tanto casi como la propia actuación de Subtle, una banda que lleva el hip-hop más allá de donde el común de los mortales situaría un estilo asociado a la testosterona de barriada. Doseone, el alma de Subtle, llevaba un reloj en la cintura que parecía una parodia de los de Flavour Flav. Frente a un cuarteto que incluía chelo, viento, guitarras, batería, la banda más atípica de hip-hop del momento protagonizó uno de los conciertos de la jornada. Tan insólito que parte del público desertó del escenario Village.
Demasiado vigor
A The Durruti Column, los históricos de la jornada, la música no les salía de la hermosa placidez de sus años mozos. Viny Reilly, que sigue pareciendo una fregona puesta al revés, quiso ponerse al día e imprimió mucho vigor a su actuación. Quizás demasiado. Debió entender que actuaba en Benicàssim y lejos de perfilarse con dulzura, exprimió el instrumento con inusitada ferocidad. No pareció darse cuenta Viny de que es historia y la historia no se pone al día. Más plácidos y contemporáneos resultaron Radian con su rock tejido con electrónica. Ellos casi llenaron un Hall que más tarde se reventaría con Mouse On Mars.
Pero antes hubo tiempo incluso para el circo. Lo protagonizó Afra & The Incredible Beatbox Band. Este japonés es capaz de imitar con la voz el sonido de las cajas de ritmo. Fue el delirio. Ataviado con un chándal fucsia que sonrojaría al Neng, lució garganta gimnástica e hizo gritar a todo el mundo "mierda" en japonés. Más demoledor resultó World's End Ghirlfriend, otro japonés, con su belleza torturada, una inclinación incluso sinfónica y una mala idea perturbadora por estruendosa y abrasiva. Dúo de batería y electrónica, dejaron seco al público del SonarLab con un solo de batería lleno de sentido. En el Sónar.
Para cualquiera que no haya estado allí, todo parece irreal. Grupos pequeños, estilos minoritarios que apenas venden discos y que trabajan con diminutas discográficas, protagonizando un acontecimiento cultural de notable envergadura. Quizás por ello, Impala, organización internacional que agrupa a los sellos independientes, celebró en Sónar una reunión. Porque no está en crisis la industria del disco en abstracto sino una determinada industria del disco.
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