Suecia se quita un peso de encima
Partidos políticos, sindicatos y empresarios reciben con alivio la decisión del Gobierno de aplazar la ratificación de la Carta europea
La decisión del primer ministro sueco, Göran Persson, de aplazar sine die la ratificación de la Constitución europea ha sido recibida con alivio por toda la clase política de Suecia, incluyendo a la patronal y los sindicatos. La sensación de haberse quitado un problema de encima empieza por el propio partido del Gobierno, el socialdemócrata, completamente dividido sobre la cuestión como ocurrió con el referéndum sobre el euro hace dos años. El Tratado iba a ser aprobado por el Parlamento de Estocolmo el próximo diciembre pero, según los sondeos, más del 60% de los suecos exigían que fuera votado en plebiscito, y más del 40% había decidido ya hacerlo en contra.
La ratificación de la Constitución queda "aplazada, no cancelada", afirma Lars Danielsson, consejero político, con rango de secretario de Estado, de Persson, pero sus palabras inevitablemente recuerdan la despreocupación con la que James Bond pide sus martinis. "Es un buen tratado, que hace a la Unión Europea más fuerte y más fácil de comprender. Además, la ampliación es popular en este país -todos los partidos votaron en el Parlamento a favor de la entrada no sólo de los países bálticos sino también de Turquía- y lo suecos no le tienen miedo a la globalización, pero se corría el riesgo de que en los próximos referendos salieran más noes", añade.
"Estamos preocupados por la supervivencia de nuestro modelo social", dice un líder sindical
Pero hay también razones de política interior para justificar el aplazamiento como son el despejar de conflictos internos el camino del Partido Socialdemócrata hacia las próximas elecciones, previstas para septiembre de 2006; evitar el enfrentamiento con sus socios parlamentarios Los Verdes y el Partido de la Izquierda (ex comunista), radicalmente contrarios al Tratado europeo y debilitar el surgimiento de grupos de protesta como ocurrió el año pasado durante las elecciones al Parlamento Europeo, cuando la llamada Lista de Junio que, liderada por un grupo de jubilados de derechas e izquierdas, se hizo con el 14% de los votos. Este último problema también dañaría las expectativas electorales de la oposición de derechas y tampoco gusta a la Confederación de Empresarios, que prefiere un futuro Gobierno fuerte capaz de enfrentarse al reto de la creación de nuevos empleos -verdadero talón de Aquiles de la economía sueca- y de la competitividad.
El secretario general del Partido de la Izquierda, Lars Ohly, no oculta su satisfacción por el aplazamiento y enumera las principales razones para el no: "En primer lugar, con la Constitución pierden poder los Parlamentos nacionales. Se pierde transparencia y democracia. En segundo lugar, contiene un fondo de liberalismo que llevará a más desregulaciones, menos impuestos y menos gasto público. Y por último, nos oponemos a los planes para formar una Defensa común europea".
La tradicional neutralidad de Suecia se une a otros elementos muy arraigados en la mentalidad sueca, que fomentan el euroescepticismo. "Los suecos", explica Mauricio Rojas, diputado del Partido Liberal, favorable al Tratado, "sienten que el Estado les pertenece y que las leyes están para cumplirlas. Por eso, para ellos, ceder poder a otros resulta casi doloroso". Además, añade, "en Suecia existe una conciencia muy débil de ser europeos. Se entró en la UE porque se vio como solución a la crisis económica de la primera mitad de los noventa. Cuando la economía sueca resurgió, la gente se olvidó otra vez de Europa".
Erland Olausson, dirigente de la Central Obrera de Trabajadores (LO), principal sindicato del país con 1,8 millones de afiliados, también se declara partidario de la Constitución europea pero hace dos salvedades: "Estamos muy preocupados con la supervivencia de nuestro modelo social y absolutamente en contra del libre movimiento de servicios tal como se dice en la directiva Bolkenstein". El pasado otoño una empresa de Letonia quiso construir una escuela en Suecia y trajo trabajadores letones a los que planeaba pagar salarios letones muy por debajo de lo habitual en este país. Los sindicatos suecos exigieron entonces que los trabajadores extranjeros fuesen pagados de acuerdo con el convenio sueco -la negociación colectiva es la clave de bóveda del modelo social sueco desde los años treinta- y hasta llegó a haber una manifestación en el centro de Estocolmo donde se llegó a gritar: "¡Bálticos go home!". Los letones, empresarios y albañiles, acabaron marchándose a su país. Olausson, que dice estar dispuesto a asumir los gajes de la globalización, concluye el relato defendiendo, no obstante, que "la UE respete las tradiciones de cada país".
Una tradición que en Suecia ha dado lugar a un modelo social que como dice el consejero Danielsson "sin pretender haber descubierto la tierra prometida demuestra que la combinación de crecimiento económico -un 2,8% previsto para este año frente al 1,2% en la eurozona-, reformas y seguridad social puede funcionar".
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