Creada una nanopartícula que multiplica por diez el efecto de la quimioterapia
El dispositivo, de escala molecular, dirige al tumor los fármacos convencionales
Su creador, el médico de la Universidad de Michigan James Baker, le llama "caballo de Troya". Se trata de un minúsculo soporte -una nanopartícula- que lleva pegado un fármaco convencional, de los habituales en la quimioterapia contra el cáncer, pero que entra mucho mejor en las células cancerosas que en las normales. En experimentos en ratones, esta nanopartícula multiplica por diez la eficacia anticancerosa del fármaco solo, y evita los efectos secundarios. Baker ya ha patentado el sistema, y anuncia ensayos clínicos para dentro de dos años.
La nanopartícula es un ovillo de polímero con un diámetro de cinco nanómetros -de ahí su nombre- y con varios adaptadores: en uno se pega el metotrexato, un fármaco anticanceroso convencional, y en otro el ácido fólico (una vitamina). Las células cancerosas, que necesitan mucho ácido fólico para crecer, dejan paso al caballo de Troya y se tragan inadvertidamente el fármaco que las matará. El trabajo se publicó ayer en Cancer Research.
Según explica Baker en un comunicado de la Universidad de Michigan, "éste es el primer estudio que demuestra que un fármaco dirigido por una nanopartícula realmente abandona el flujo sanguíneo, se concentra en las células cancerosas y retrasa el crecimiento de los tumores en un animal". Baker dirige el Instituto de Nanotecnología para las Ciencias Médicas y Biológicas de Michigan.
"Al dirigir los fármacos específicamente a las células cancerosas", prosigue Baker, "se reduce la cantidad de fármaco que llega a las células normales, se minimiza su toxicidad y se incrementa su efecto antitumoral. Con estas mejoras, esperamos convertir el cáncer en una enfermedad crónica y manejable".
En la quimioterapia convencional, los fármacos entran en la célula cancerosa -y en las demás- por mera difusión a través de la membrana que envuelve la célula. Es un proceso lento, y sólo funciona cuando la concentración de fármaco en la sangre es muy elevada.
Pero la nanopartícula, que lleva pegadas moléculas de ácido fólico, aprovecha el mecanismo celular de importación de esa vitamina, que está mediado por un receptor específico y por tanto es mucho más eficaz. Muchas células normales tienen receptores de ácido fólico, pero las células cancerosas suelen tener muchos más.
El experimento está hecho en ratones, pero el tumor es humano. Los investigadores inyectaron células de cáncer epitelial humano a los animales. Sin tratamiento, todos mueren. Con el fármaco metotrexato solo, también. Con la nanopartícula, el 30%-40% de los ratones sobreviven.
"Hemos visto una reducción estadísticamente significativa del crecimiento tumoral en todos los ratones tratados con la nanopartícula", explica la investigadora Jolanta Kukowska-Latallo, del equipo de Michigan. "El crecimiento tumoral se retrasa 30 días en promedio, y hay que tener en cuenta que un mes para un ratón equivale a tres años para un humano".
Los científicos también han acoplado a la nanopartícula una molécula fluorescente, y han comprobado así que la mayor parte del fármaco se concentra en el tumor. Los ratones, además, no parecen disparar una respuesta inmune contra la nanopartícula.
La muestra más gráfica de la reducción de la toxicidad que consigue la nanopartícula es que los ratones conservan su pelo durante el tratamiento -véase la foto-, a diferencia de los que reciben el fármaco solo. Esta drástica reducción de los efectos secundarios puede servir para recuperar toda una batería de medicamentos anticancerosos que no pueden usarse ahora debido a su intolerable toxicidad.
"Hay muchos fármacos antitumorales que son muy eficaces, pero tan tóxicos que no se pueden utilizar", explica Baker. "Si esos medicamentos pueden administrarse con la nanopartícula, tal vez seamos capaces de superar el problema de la toxicidad y rescatar una amplia gama de agentes contra el cáncer". Los adaptadores de la nanopartícula pueden aceptar muchos otros fármacos y moléculas.
El grupo intenta ahora determinar qué dosis máxima se puede usar. Baker calcula que éstos y otros estudios de detalle llevarán dos años. Después podrán empezar los ensayos clínicos.
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