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Reportaje:

El euro y China arruinan 'el milagro' italiano

Berlusconi ya no puede aplicar devaluaciones y aranceles para sacar de la recesión a una de las mayores potencias industriales

Enric González

La recesión italiana se explica con dos palabras: China y euro. El crecimiento se retrasa respecto a la media europea desde hace más de dos décadas, por razones estructurales -escasez de inversiones, costes laborales, atonía del mercado interno-, pero el golpe definitivo lo han asestado la competencia asiática, que afecta a Italia más que a ningún otro país industrializado, y la unión monetaria, que impide las devaluaciones competitivas con que se dopaba la exportación. Según Antonio Fazio, gobernador del Banco de Italia, la situación es "crítica".

No resulta fácil describir el cuadro macroeconómico italiano, porque los promedios tienen poca utilidad en un país de rasgos extremos, abundante en claroscuros y en factores difícilmente calculables. Basta el ejemplo fiscal para comprender hasta qué punto las cifras oficiales están desajustadas respecto a la realidad. La OCDE estima que el 25% del PIB de Italia es negro y desconocido para Hacienda; si afloraran esos 250.000 millones de euros ocultos, el presupuesto mostraría un saludable superávit, en lugar del 4% de déficit previsto para este año.

Italia necesita una reconversión que requeriría enormes inversiones públicas y el despido de 500.000 trabajadores, según algunos analistas
Los servicios bancarios están entre los más caros de Europa y son uno de los problemas estructurales de la economía italiana, según la patronal
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Pero la economía sumergida, que alcanza niveles de sarcasmo histórico (apenas un millar de italianos declaran unos ingresos anuales brutos superiores al millón de euros), no da muestras de aflorar. Más bien al contrario.

La deuda pública, entre tanto, alcanzó en marzo un record de 1,501 billones de euros, tras aumentar en un mes 8.000 millones, según informó el viernes el Banco de Italia. En los últimos doce meses ha aumentado en 59.000 millones de euros.

El milagro italiano de los años cincuenta y sesenta se construyó sobre la competitividad de los productos made in Italy en los mercados externos (los precios eran reducidos de manera constante gracias a las devaluaciones de la lira) y sobre las anchas espaldas de los importadores de Francia y Alemania. Las dos mayores potencias continentales estaban a escasos kilómetros del cinturón industrial del norte y adquirían a manos llenas los productos que caracterizaban la industria italiana: alimentación, moda textil, mobiliario y mecánica. Las devaluaciones contribuyeron a crear la tercera deuda pública del mundo (un 106,6% del PIB) y una inflación galopante, pero el mecanismo funcionó hasta que la costosa reunificación alemana atenuó la avidez importadora del gran vecino del Norte. Ése fue el principio de los problemas.

El euro supuso un golpe durísimo, lo que explica -junto a los abusos perpetrados por los comerciantes en el momento de traducir los precios- su escasísima popularidad entre los italianos. Los datos del Banco de Italia reflejan que entre 2000 y 2004 la producción ha disminuido un 5% y la exportación permanece más o menos estable, pese a que en ese periodo el comercio mundial ha crecido un 20%. La industria italiana es de pequeño tamaño y hasta ahora no ha sido capaz de explorar eficazmente mercados más lejanos que el alemán o, en general, el europeo. Pero es, sobre todo, el euro el que ha encarecido los productos y les ha restado competitividad. La moneda europea ha permitido consolidar la monumental deuda pública y evitar una espiral de tipo argentino, ha reducido la inflación y ha dado solidez al sistema asistencial. En palabras del ministro de Economía, Domenico Siniscalco, "el euro nos ha ayudado a dejar la droga de las devaluaciones competitivas, y las cosas empezarán a ir mejor en cuanto nos libremos del síndrome de abstinencia".

El síndrome se refleja en la falta de competitividad. Desde 2000, según la OCDE, los costes laborales han aumentado un 40% respecto a los alemanes. Diversos servicios de estudios de bancos privados coinciden en que Italia necesita una reconversión industrial que requeriría el despido de al menos medio millón de trabajadores y un fuerte aumento de las inversiones públicas en infraestructuras. Autopistas, puertos, aeropuertos y ferrocarriles están, en general, bastante por debajo de los estándares medios de la UE.

La crisis de los últimos años tiene nombres propios. Como el de Parmalat, un presunto gigante mundial de la alimentación que resultó ser un globo hinchado a fuerza de especulaciones financieras y que al quebrar, en diciembre de 2003, dejó unas deudas cercanas a los 13.000 millones. O como el de Alitalia, la compañía aérea más enfermiza de Europa. O como el de Fiat, que era el sexto productor mundial de automóviles y hoy está en la cola del ranking internacional. Fiat estaba habituada a competir en un mercado semiprotegido y hasta ahora no se ha adaptado a la globalización. Vende poco fuera y en el interior ha perdido mercado de forma dramática: en 1995, uno de cada dos coches vendidos en Italia salía de sus factorías; este año será uno de cada cinco. Los errores de gestión -como la cesión a la competencia de la tecnología diesel common rail, desarrollada en Turín, el fracaso del superutilitario destinado a los mercados asiáticos y el fiasco de la alianza con General Motors- han agravado los problemas. Y Fiat era uno de los puntales del milagro italiano: su caída ha hecho perder, desde 2001, un punto anual al PIB, según estimaciones del Ministerio de Economía.

El presidente de la patronal Confindustria, Luca Cordero di Montezemolo, señala otro problema estructural: la banca. Los servicios bancarios figuran entre los más caros de Europa y la liberalización, iniciada con la oleada de privatizaciones de la pasada década, está lejos de concluir.

También hay que tener en cuenta un factor del que, por razones obvias, se habla poco: el crimen organizado. Las mafias que cubren -y quizá controlan- el sur de la península explican muchos fenómenos asombrosos, como el relativo subdesarrollo turístico. Las ciudades de arte, Roma, Florencia, Venecia, etcétera, atraen a millones de turistas. Pero Sicilia, una de las islas más hermosas y soleadas del mundo, con una abrumadora abundancia de monumentos, tiene menos hoteles que Malta, una isla mucho más discreta. El pizzo -la mordida que se paga a la Mafia- y las malas infraestructuras -la Mafia domina la construcción- retraen la inversión, incrementan los precios y perjudican la calidad del servicio. Ésa es una de las razones por las que España ha sobrepasado largamente a Italia como destino veraniego.

John Elkann, cabeza visible de la familia Agnelli y vicepresidente de Fiat, y Luca Cordero, presidente de Fiat y de la patronal Confindustria.
John Elkann, cabeza visible de la familia Agnelli y vicepresidente de Fiat, y Luca Cordero, presidente de Fiat y de la patronal Confindustria.REUTERS

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