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Entrevista:MANUEL DE LOPE | Escritor | 64ª FERIA DEL LIBRO DE MADRID

"La conciencia histórica de un país se descubre en los pequeños detalles"

José Andrés Rojo

Manuel de Lope (Burgos, 1949) ha tardado cinco años en escribir Iberia. La imagen múltiple, cuyo segundo volumen aparece estos días en Debate. Autor de novelas como Bella en las tinieblas, Madrid continental, Octubre en el menú o Las perlas peregrinas, entre otras, esta vez ha prescindido de la imaginación para someterse, con todas las consecuencias, a la realidad. El resultado es un libro de viajes, "que se puede abrir y leer por cualquier parte", y que invita a conocer la España de hoy, más allá de tópicos, de grandes explicaciones metafísicas, de discursos políticos.

A través de una escritura transparente y sobria, escrupulosa y minuciosa a la hora de describir la riquísima variedad de paisajes de este país, Manuel de Lope ha querido evitar la exaltación del viajero romántico y ha prescindido también de hablar de sí mismo en tercera persona ("el viajero..."). Recorrió solo este país de un lado a otro, tomó notas de cuanto vio y escuchó y se sometió a una rigurosa disciplina de transcripción y selección de sus apuntes. El resultado es el apasionante retrato de un mundo en verdad múltiple, cargado de viejas resonancias históricas, y en el que los españoles, sean de donde sean, muestran una fuerte identificación con su lugar de origen.

"Hay una fuerte crisis de identidad. Europa está buscando saber quién es para construir su futuro. Es algo que también le pasa a España"
"La televisión ha hecho más por la uniformidad de los españoles que los años de franquismo. Aun así, es un país lleno de diferencias"

Pregunta. ¿Por qué Iberia y no España?

Respuesta. Elegí Iberia porque es el término geográfico que se utiliza para nombrar a España. Lo que he querido, sobre todo, es hacer una descripción exacta y real de este país, no entrar en divagaciones.

P. ¿Qué lugar tiene entonces el novelista en este libro de viajes?

R. El novelista habla en sus libros del mundo que le rodea y, en mi caso, el contexto en el que se desarrolla mi obra es España, así que me interesaba mucho describirla. Ese interés pudo haberse visto reforzado por haber vivido fuera entre los 20 y los 45 años. También hay otras cuestiones personales en las que no tiene sentido entrar.

P. Es mucho tiempo. La España que dejó no tendría nada que ver con la que encontró.

R. Aunque mantuve una relación muy intensa, y de hecho nunca perdí el idioma, España no formaba entonces parte de mi entorno cotidiano. Cuando se está fuera se tiende a embellecer las cosas, así que tenía ganas de recorrer un país que, en el plazo de una generación, había pasado del siglo XIX al siglo XXI.

P. Un cambio tan brusco, ¿no le ha obligado a proponer una interpretación, un balance, una valoración política?

R. Al contrario, es más bien lo que me ha obligado a aferrarme a una descripción lo más objetiva posible. Para un niño de provincias, como yo, que creció en un clima de relaciones humanas propio del siglo XIX, un cambio tan brusco es algo que impresiona. Los planes que puso en marcha el último franquismo, hacia 1964-1965, acabaron drásticamente con todo eso. Pero no he querido hacer un libro sociológico, no he pretendido resolver ningún enigma histórico, ni dar una visión de la actualidad, ni sentenciar políticamente lo que ha ocurrido.

P. ¿Cómo se ha acercado entonces a la España de hoy?

R. Mi ambición ha sido contar lo que hay. Y entonces he empezado, en primer lugar, por lo geográfico: los ríos, las cuencas, los montes... Luego he prestado atención a lo que ha ocurrido en ese escenario geográfico: la historia (y también el arte). Por último me he acercado al componente humano, pero no lo he hecho como escritor (salvo en un par de ocasiones en que necesitaba decir que escribía un libro para que me abrieran determinadas puertas), sino como un viajero más que pregunta por lo que desconoce. Si uno habla como escritor enseguida se crea un clima artificial.

P. Así que no ha perseguido atrapar la esencia de España, revelar su verdad profunda y escondida...

R. Esa vieja preocupación de la Generación del 98 ya se ha quedado muy antigua, por mucho que durante el franquismo quisieran prolongarla con aquel arrebato de la "unidad de destino en lo universal". Hoy ya nadie propone un discurso de esas características, los problemas son otros, mucho más prácticos.

P. ¿De verdad que lo cree? ¿No le parece que muchos discursos están llenos de referencias a viejas esencias que definen, frente a las demás, lo que cada nación concreta es?

R. Hay una fuerte crisis de identidad en estos momentos. Fíjese en Europa, que está buscando saber quién es para construir su futuro. Es algo que también le pasa a España, pero no se trata ya de encontrar grandes esencias metafísicas. Lo que están buscando son discursos políticos creíbles. Por lo que se refiere a los problemas del País Vasco y Cataluña, son problemas administrativos. Aunque es verdad que muchas veces los asuntos estrictamente financieros, las cuestiones del dinero, se maquillen detrás de aparatosas esencias metafísicas.

P. Cuando aborda el País Vasco lo hace contando un concierto del festival de jazz de San Sebastián, un evento cosmopolita...

R. Es que no hay que dejarse atrapar por los estereotipos que cada cual propone de sí mismo. Y el festival también existe, y está muy bien. El siguiente lugar que describo es el mercado de Ordizia, lleno de proclamas nacionalistas.

P. ¿Qué episodios del pasado son los que ha encontrado que sean más recurrentes, que sigan pesando en el presente?

R. Éste es un país muy antiguo, ahí están los yacimientos neolíticos en La Mancha. Y allí por donde vayas hay huellas de la Guerra de la Independencia, de las guerras carlistas, de la Guerra Civil. Lo que, por mi sensibilidad, más me ha emocionado son las huellas del pasado que siguen ahí, pero como fuera de lugar. Así, por ejemplo, un dintel de mármol romano que encontré en un pequeño y humilde bar de Mérida. O, ahí, cerca de Ciudad Rodrigo, una fortaleza de la época napoleónica que se ha convertido hoy en una granja por la que pastan las ovejas. La conciencia histórica de un país se percibe en los pequeños detalles.

P. ¿Cómo son los españoles de ahora?

R. Me ha llamado la atención que la gente de los distintos lugares responda en buena medida a sus arquetipos: el andaluz, el vasco, el valenciano... Es algo mucho más profundo que lo que se impone ya de manera evidente: que la televisión ha hecho por la uniformidad de los españoles mucho más que todos los años de franquismo. Aun así, este país es un país lleno de diferencias. Las que hay son mayores que las que existen entre los distintos lugares de Francia o Alemania. Hay una profunda identificación de la gente con su lugar de pertenencia (uno alaba las manzanas de su pueblo; otro, las alubias del suyo; el de más allá, el clima), lo que revela que existen lazos directos y sólidos, y que por eso son duraderos.

P. ¿Qué me dice de los paisajes?, ¿hay algún momento que recuerde con especial cariño?

R. España es un país de horizontes muy grandes, de perspectivas muy amplias. En el sur de Galicia, en la desembocadura del Miño, un día que bajaba muy crecido, me acuerdo ahora de una tarde, había niebla, la luz era rojiza... Me vi sumergido en una profunda melancolía.

P. ¿Y las ciudades?

R. Casi todas las ciudades están rodeadas, desde los años setenta, por un cinturón de ladrillo. Éste es un país de especuladores natos, y eso se nota en todas partes. Afortunadamente, la zona interior de muchas ciudades se ha conservado bien, y muchas de ellas son muy bellas.

Manuel de Lope.
Manuel de Lope.BERNARDO PÉREZ
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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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