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Reportaje:

El recuerdo escondido de los muertos

El pueblo sevillano de Castilleja del Campo erige una placa con los nombres de los 17 fusilados por los franquistas en 1936

Todavía llora al recordarlo. Han pasado 69 años, pero a Evaristo García, de 81, se le quiebra la voz y le asoman las lágrimas cuando habla de su hermano Lucardo, de profesión carnicero y de ideología de izquierdas, fusilado en el verano de 1936. Era el inicio de la Guerra Civil. Junto a él, otros 16 vecinos de Castilleja del Campo fueron asesinados por los franquistas.

El silencio que ayudó a sepultar aún más hondo estas muertes se prolongó tras la dictadura. No fue hasta ayer cuando, finalmente, se inauguró una placa en el centro del cementerio de Castilleja con los nombres de cada una de las víctimas locales de la represión.

Uno de los catalizadores de la recuperación de la memoria de aquellos años fue un investigador universitario de EE UU, Richard Barker. A partir de 1986 y tras una reveladora conversación con un vecino del pueblo, Barker supo de las historias locales de la guerra.

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La iniciativa para erigir el monolito recordatorio de la tragedia se debe al grupo de familiares de fusilados de Castilleja que hace poco más de un año entraron en contacto con la Asociación Andaluza para la Recuperación de la Memoria Histórica y la Justicia. Tras la inauguración de la placa, los familiares se reunieron en la Nave Municipal del pueblo. Los jóvenes y niños que fueron testigos de aquellos hechos son ahora personas mayores que cuentan sus experiencias a quien quiera oírlas.

Antonio León, de 83 años, tenía 14 cuando se llevaron a su padre para matarlo. Joaquín León fue el último maestro republicano que trabajó en la escuela del pueblo. Fue fusilado en Espartinas (Sevilla). "Su delito era ser republicano", recuerda su hijo. La tercera generación también está representada. Diego León, nieto del maestro desaparecido de Castilleja se sorprende porque muchos de los que allí se encuentran fueron alumnos de su abuelo: "Y todos se acuerdan perfectamente de él. El maestro que les enseñó a leer la hora en los relojes".

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Uno de los antiguos alumnos de Joaquín León es Evaristo García. Después de que su hermano Lucardo fuese asesinado, otro hermano, Antonio García, fue reclutado por los franquistas. Como no quería formar parte de las mismas milicias falangistas que habían asesinado a Lucardo, decidió alistarse en el Ejército. Cuando terminó la Guerra Civil, le obligaron a enrolarse en la División Azul que luchó a las órdenes del ejército alemán en su invasión de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. "Allí le mataron. Mi hermano Antonio fue otra víctima, como Lucardo".

Los cuerpos de la mayoría de los muertos por la represión franquista de Castilleja están sin localizar. Una tristeza casi más fuerte que se une a su pérdida. "Creemos que mi abuelo está enterrado en una fosa común en Castilblanco de los Arroyos (Sevilla)", dice Diego León. La certidumbre de que su marido estaba muerto la tuvo la mujer de Joaquín León cuando le devolvieron intactas las cestas de ropa limpia y comida que llevaba a su marido preso. "Los guardias le dijeron que ya no hacían falta. Que ya no estaba allí", recuerda Antonio León. Su madre ya era viuda. Y él huérfano.

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