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CRISIS EN EUROPA | La economía
Columna
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Suma de peros

Lo más significativo del proceso referendario que acaba de tener lugar en Francia no ha sido la relativamente elevada participación electoral (69,74%), análoga a la de otras consultas de este tipo (69,69% en la ratificación del Tratado de Maastricht en 1992) sino la reemergencia del debate político que se creía sepultado y la movilización, por el tema europeo que sólo producía indiferencia y aburrimiento. Es evidente que este despertar no se ha derivado de un fuerte interés por el Tratado constitucional -aunque sin olvidar que a nivel popular se ha convertido en tema de la agenda pública y que se han vendido más de 750.000 ejemplares de los 34 libros producidos- sino a otra serie de causas. Todas ellas vividas en el contexto de la aprobación / rechazo del Tratado. Cierto que empujado por la oposición y crítica a los gobiernos en ejercicio y por las rivalidades y luchas de poder en el interior de los partidos, se ha utilizado el referéndum constitucional como arma de la contienda política nacional, para descalificar a los rivales e imponerse en su campo (Fabius contra Jospin / Hollande).

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Pero, con todo, han servido para la movilización a la que han contribuido también los movimientos sociales, organizados en más de 600 comités cívicos y en colectivos unitarios funcionando como un agitador crítico pero constante de la campaña. En consonancia con esa determinación extraelectoral, el abultado no se caracteriza tanto por su volumen como por su generalización que ha alcanzado a 84 departamentos, frente a los 53 que se opusieron a Maastricht, en una clara correlación entre el rechazo al Tratado y crisis social, manifestada sobre todo por el paro. Pues así como el referéndum holandés y su masivo no han revelado una compacta hostilidad a todo tipo de inmigrantes, en Francia la impugnación ha sido de carácter laboral y en defensa de los puestos de trabajo. Un análisis detallado de los resultados muestra cómo los departamentos con los índices más altos de desempleo y precariedad han sido también los que han arrojado mayor número de noes: Alta Normandía: 64,43 %, Norte-Paso de Calais 64,59%, Picardía más del 65 %. Es más, los revulsivos más eficaces para promover el no han sido los que se consideraban una amenaza para el empleo y un estímulo para el aumento de las desigualdades. En este sentido, las deslocalizaciones, el papel de la directiva Bolkenstein así como el eventual ingreso de Turquía en la UE han sido determinantes. Los votantes no se han posicionado frente a puntos concretos del Tratado, pero sí que han tomado posición por un modelo que el Tratado negaba. La conclusión es no menos Europa, sino más Europa, pero distinta.

A esta opción corresponden las expresiones tantas veces oídas a lo largo de la campaña: "Voy a votar sí o voy a votar no, pero...". Esos peros restrictivos de ambas posiciones que apuntan a un más allá electoral y manifiestan al mismo tiempo una clara voluntad de Europa, son la parte oculta del iceberg europeísta que, si los conjuntamos con los militantes proeuropeos, pueden constituir, a pesar de los reductos residuales de la extrema derecha, una opción viable y operativa de vocación mayoritaria. Hay pues que volver a empezar, teniendo en cuenta que la cuestión fundamental es la de decidir "qué queremos hacer juntos los europeos y cómo queremos hacerlo". Lo que en un momento de disfuncionamiento general de la política y de tan profunda perplejidad ideológica plantea graves dificultades primero para el entendimiento entre nosotros y luego para el diálogo con los demás. Pero es obvio que no podemos esperar en la vana esperanza de una renegociación global y que hay que lanzarse en el marco actual, el de Niza, a la formulación de propuestas para el establecimiento de nuevos soportes y la conquista de nuevos espacios de cooperación en línea con nuestro propósito último. El nombramiento de un presidente y un ministro de Asuntos Exteriores de la Unión, la supresión de la unanimidad en las decisiones del Consejo estimulando las cooperaciones reforzadas, la puesta en marcha de la Agencia Europea de Defensa, la concesión de créditos del Banco Europeo de Inversiones... Todas estas acciones encontraron una fuerte resistencia para su ejecución, lo que no puede llevarnos a renunciar a ellas tanto más cuanto que favorecen el alumbramiento de esa otra Europa que tantos postulamos.

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