"Necesitamos que nos den más autoridad"
El acoso y la violencia escolar salpican los centros. Los directores de instituto no dudan: es el problema más complicado. José Antonio Martínez (Cartagena, 1952) es el presidente de la Federación de Directores de Centros Educativos Públicos (Fedadi) y es director desde hace más de 20 años; en la actualidad, de un centro del sur de Madrid, el Pío Baroja.
Pregunta. ¿Es posible que un profesor, o un director, no se dé cuenta de un caso de acoso escolar?
Respuesta. Sí, es muy posible, porque en secundaria pasamos muy pocas horas con los alumnos. Hay profesores que sólo los ven dos o cuatro horas a la semana. Si el problema se da el día en que no les ven, no lo perciben.
P. El acoso se da de forma continuada. ¿De verdad no lo detectan?
"Un expediente disciplinario necesita pruebas, pero no hay forma de conseguirlas, los chicos callan"
"Expulsar a un agresor de clase no sirve, porque a veces acosan al chico en la calle; son vecinos"
R. El acoso escolar tiene la misma base que la mafia. Los chavales tienen miedo y no lo cuentan. No es sencillo detectarlo, a veces sólo lo vemos cuando los padres nos avisan. Y suele ser tarde. Los chicos ya han sufrido vejaciones, agresiones...
P. ¿Qué pasos dan cuando lo descubren?
R. Llamamos a los padres e intentamos que la situación se solucione, primero mediante el diálogo. Si no es posible, al menos en Madrid, pasamos a los agentes tutores, policías municipales que se dedican a estos casos. Están funcionando muy bien. Y si la cosa va a más presentamos denuncia en comisaría. Pero ahí ya la cosa no va tan bien. El año pasado nos tuvieron seis meses sin tomar medidas con un caso de violencia.
P. ¿Cómo se sienten los profesores ante el acoso?
R. Muy mal. Hay temporadas que dedicamos toda la jornada a gestionar casos de estos. Este problema ocupa y preocupa.
P. ¿Qué medidas toman?
R. Un expediente disciplinario necesita pruebas, declaraciones, que permitan al profesor hacer una propuesta de resolución, pero no hay forma de conseguirlas. Los chicos callan.
P. ¿Qué se puede hacer?
R. Expulsar a un agresor de clase no sirve porque a veces acosan al chico en la calle; son vecinos. Y además, primero hay que comunicarlo a los padres, y nosotros, a veces, no encontramos a los padres; depende de qué familia estemos hablando. Y cambiarlo de centro es trasladar el problema.
P. ¿Entonces?
R. Es un tema muy nuevo. Utilizamos el sentido común, el diálogo, nos informamos leyendo cosas en Internet... El problema no es exclusivo de los institutos, es también de la sociedad y de las familias. Se potencian las conductas violentas. Y hay niños muy consentidos a los que no se les puede decir no.
P. ¿Qué necesitan los directores para hacer frente a estos casos?
R. La dignificación de la figura del profesor tiene un sentido claro. Que se les dé la suficiente autoridad y que sean, a la vez, referente de los alumnos. Nuestro trabajo lo cuestiona el primero que pasa. Para enfrentar estas situaciones hacen falta equipos directivos con solvencia, experiencia y conocimiento. Necesitamos que nos den más autonomía, autoridad e inmediatez para tratar este problema. No podemos esperar un mes a que se instruya un expediente disciplinario.
P. Ustedes tienen capacidad ejecutiva, ¿por qué no la usan?
R. La tenemos, pero no nos la dan. Una cosa dice la ley y otra el reglamento... Tengo competencias por ley, pero no las puedo ejercer.
P. ¿Acaso dice que no le deja la administración cumplir la ley?
R. Hacen una interpretación diferente. No nos sentimos especialmente apoyados. No pedimos patente de corso, que quede claro, pero sí una mínima facultad ejecutiva e inmediata.
P. ¿Por qué los profesores no hablan cuando ocurren estos casos?
R. El profesorado de los centros públicos no quiere ser motivo de comentario para que su trabajo no se devalúe aún más. Si coges mala fama, échate a morir.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.