Educación, violencia y culpa
Leo con asombro y preocupación dos artículos en su periódico, ambos sobre el acoso escolar. En uno se cita indirectamente a un fiscal de menores que atribuye "la responsabilidad por omisión de los educadores y responsables de los centros donde se producen estas acciones porque forzosamente se deben detectar". Así que forzosamente. En el otro, un editorial, se dice: "Si eso se produce en el aula o en el patio, hay que ser muy insensible o estar muy ciego para no verlo". Así que ciego e insensible.
Desde aquí desafío a los autores de tales acusaciones a que se pasen un curso intentando enseñar algo a un grupo de secundaria (¡sólo uno!), a ver si averiguan lo que ocurre cada vez que dan la espalda a la clase para escribir en la pizarra o para atender a un alumno concreto en su mesa. ¿Han estado alguna vez esas personas en tal situación? Los alumnos se cruzan insultos, se quitan o arrojan cosas unos a otros, se hacen gestos obscenos... Todo cesa al darse la vuelta. Busquen ustedes a los culpables, a los acosados, les reto. Necesitarán un oído muy fino y una agudeza de ingenio poco común, pero eso no basta.
Y lo que falta no existe. A falta de autoridad, tendrán que tener pruebas. Tendrán que demostrar que no es manía al alumno lo que les guía, tendrán que soportar en muchos casos un humillante careo con el alumno al que acusan: su palabra valdrá tanto como la suya; tendrán que discutir con padres que no les conceden la menor credibilidad.
Y les reto a que enseñen al mismo tiempo.
Los profesores estamos hartos de que se nos eche la culpa de todos los fracasos educativos al tiempo que se nos despoja de todos los medios para paliarlos.
Pero sobre todo estamos hartos de que se amplíe la voz de los que nos insultan dudando de nuestra capacidad y vocación sin haberse acercado a un aula en su vida.
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