"Todo está en el aire"
Josep Borrell, presidente del Parlamento Europeo, ha participado en la campaña francesa pidiendo el apoyo a la Constitución y ahora considera que el triunfo del no abre un periodo de incertidumbre para el proyecto europeo. Rechaza tajantemente que se pueda paralizar el proceso de ratificación, una opción que podría beneficiar al Reino Unido, pero no a la Unión.
Pregunta. ¿Han fallado los políticos y los medios en la explicación de la Constitución o es que los franceses no han entendido el mensaje?
Respuesta. Es muy difícil explicar el no. Sin duda se han mezclado cuestiones nacionales con cuestiones europeas, pero en las pasadas elecciones presidenciales francesas el porcentaje de votos que obtuvieron los partidos que han defendido el sí, sumado todo el voto socialista, apenas llegó al 50%. Si se tiene en cuenta que los socialistas estaban ahora divididos, la dificultad era mayor.
"No hay que negar las dificultades, pero el proceso de ratificación debe continuar"
P. ¿Pero cree que se han impuesto las cuestiones nacionales?
R. No soy capaz de evaluar qué ha pesado más, porque también ha habido un rechazo a una Europa que se ha presentado como sinónimo de deslocalizaciones, de competencia desleal, de invasión de emigrantes y de caballo de Troya del neoliberalismo.
P. ¿Queda herida de muerte la Constitución europea?
R. No hay que negar la evidencia de las dificultades, pero éstas serán distintas según sea finalmente sólo Francia la que ha rechazado el proyecto o sean Francia y unos cuantos países más. Por eso, creo que hay que continuar el proceso de ratificación.
P. Éste es el mensaje unitario, pero hay un fenómeno nuevo: Francia y Alemania, el motor de la Unión, están uno en cada lado, lo que no ocurría desde 1954, con la Comunidad Europea de Defensa.
R. Efectivamente. Hay un problema francés entre las élites políticas y las bases sociales. Si Francia hubiera ratificado el texto en el Parlamento, ahora habría un 80% de votos a favor. Pero Francia y Alemania tienen que acabar entendiéndose.
P. A corto plazo, la gestión de la crisis le toca al Reino Unido, el país menos europeísta del club.
R. Afortunadamente, le va a corresponder aún a Jean-Claude Juncker
[primer ministro luxemburgués] en el próximo Consejo europeo, de donde saldrá, supongo, la decisión de continuar con el proceso, porque para interrumpirlo haría falta la unanimidad. Si no llegamos hasta el final, nunca sabremos cuántos lo van a ratificar.
P. Pero algunos, sobre todo desde el Reino Unido, piden ya interrumpir el proceso.
R. A nadie le gusta ir al dentista, y, si encuentras una excusa para no ir, seguro que no vas. Es evidente que para el Reino Unido el referéndum es una dificultad nada despreciable y el país estaría encantado de ahorrárselo. Ése puede ser el interés británico, no el europeo.
P. De llegarse a una situación de bloqueo, se mantendría el Tratado de Niza, ahora en vigor. ¿Cree que es posible funcionar con este Tratado en una UE ampliada?
R. En cualquier caso, estaba previsto que Niza funcionara hasta 2007, así que no debe ser tan terrible. Pero una cosa es funcionar y otra que funcione bien, que aporte el impulso para avanzar en tierras todavía vírgenes del proceso de integración política.
R. ¿Cree que vamos a Europa a varias velocidades?
R. Creo que nadie puede esperar una cosa ni la contraria. Los referendos en Holanda y Dinamarca pueden complicar más las cosas, pero si se decidiera parar el proceso hay que preguntarse qué hacer. No parece que haya grandes ideas sobre la mesa. No llegar ahora a un acuerdo sobre las perspectivas financieras sería un nuevo mensaje de desesperanza. Todo está en el aire.
P. ¿Cómo ve la situación de Rodríguez Zapatero tras regresar al corazón de Europa y apoyar tan decididamente la Constitución?
R. Fue una decisión acertada abandonar la relación privilegiada con Londres y Washington. Europa se hará, pero no sin Francia ni Alemania, el motor al que ahora deben sumarse motores auxiliares.
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