Una historia de sustos
El proceso en el que se encuentra la UE para ratificar su primera Constitución incluye claros riesgos, pero la construcción europea no se ha detenido ante casos similares. De susto en susto, Europa siempre ha encontrado la vía para avanzar. Son éstos los principales precedentes.
El rechazo a Maastricht. A través de un referéndum, los daneses dijeron no en 1992 al Tratado de Maastricht por un mínimo margen (50,7% en contra y 49,3% a favor). Un año después, dieron su aprobación al tratado en una nueva consulta, con un 58%. Para convencerles, se les concedió el derecho, como a ingleses y suecos, a no integrarse en la Unión Económica y Monetaria (UEM). En 2000, dijeron no al euro.
El no de Irlanda a Niza. Aprobado en diciembre de 2000, el Tratado de Niza fue bendecido a regañadientes por los 15 socios de entonces. Medio año después, los irlandeses lo rechazaron en referéndum. Con el argumento de que la participación había sido baja (34,7%) y de que el apoyo al no (53,8%) era relativo, se repitió la consulta un año después y el sí ganó con holgura (63%).
El susto francés de 1993. El Tratado de Maastricht pudo sortear el rechazo danés, pero el verdadero peligro vino, como ayer, de Francia. Como ahora, las encuestas apuntaban a un no francés. A última hora, sin embargo, el voto de los indecisos fue crucial y los franceses aprobaron el texto por un ajustado 51% a favor.
El no de Suecia al euro. Hace dos años, los suecos rechazaron en referéndum incorporarse al euro.
Un tropiezo de medio siglo. Sólo en una ocasión un texto legal básico acabó en la papelera. Ocurrió en 1954. Existía entonces la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA), el primer paso hacia la actual UE, y los líderes de los seis países fundadores (Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo) aprobaron el tratado para crear la Comunidad Europea de Defensa. La Asamblea Nacional francesa lo rechazó.
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