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Cita con las tendencias

Escaparates para unos, fuentes de inspiración para otros. Las ferias anuales convierten Milán, Valencia, París y Colonia en ciudades termómetro del diseño. Los lugares en los que los muebles nacen para el mundo. Éste es un recorrido por las cuatro grandes muestras europeas.

Al principio, las ferias de muebles eran locales. En cada país se exponía la producción de sus industrias. En Londres podían verse muebles realizados por empresas británicas. La de Valencia sólo exhibía muebles nacionales y no se internacionalizó hasta 1978. Antes no se contemplaba la exportación, que, con el tiempo, ha pasado a ser el sustento de las ferias. Entre todas, la de Milán es la señalada por empresarios, diseñadores y periodistas como escenario de la vanguardia y marcadora de las tendencias en decoración. El pasado abril, Il Salone cumplió 44 años. En su cuadragésimo aniversario, los periódicos del mundo, de Le Monde a The New York Times, del Estado de Minas brasileño al Xin Ming Evening Daily chino, se hicieron eco del aniversario. La perseverancia, la iniciativa y la visión de un grupo de empresarios han dado un fruto codiciado y millonario. Milán está a la cabeza indiscutible del diseño, y su Salone es la feria de las ferias.

Milán: La original e indiscutible

La idea con la que nació el Salone fue, supuestamente, dar a conocer el mueble italiano. Sin embargo, el diseño transalpino, tal como lo conocemos hoy, todavía no existía. A finales de los cincuenta, en Italia había una gran industria, pero la creatividad y la imaginación estaban estancadas. La mayoría de los fabricantes copiaba: repetía modelos del pasado (del Chippendale al mueble provenzal), y los que querían ser modernos apostaban por el mueble sueco, el estilo nórdico que triunfaba en el mundo. Con ese panorama, más que dar a conocer la producción propia, el objetivo de la feria fue, en realidad, tratar de desbancar la expansión mundial del mueble escandinavo, que estaba adquiriendo una reputación internacional similar a la de los suizos y sus relojes. Los fabricantes italianos decidieron ofrecer resistencia. Se organizaron. Analizaron su situación: con una producción cuantitativamente muy superior a la de los países nórdicos, sus ventas no arrancaban internacionalmente. Un arquitecto-diseñador, Gio Ponti, advirtió en Il Mobile Italiano de que si el país quería ponerse a la cabeza debía renovar su estilo. Y propuso que lo hiciese de la mano de los arquitectos. Diseño fue la palabra mágica. Y ésa fue la herramienta que colocó a su industria como líder de la producción mundial de muebles. La que convirtió la Feria de Milán en un festival internacional.

Con esa voluntad nació el Salone del Mobile. En 1961 se celebró la primera edición con más de 300 expositores en tres pabellones. Cuatro años más tarde habían triplicado el espacio y doblado el número de expositores. Pero fue una riña entre creadores lo que consolidó el carácter vanguardista de la feria. A finales de los sesenta, Marco Zanusso, Vico Magistretti y Joe Colombo expusieron sus diseños en la Trienale. Pudo verse la Combi-center de Colombo, entonces una cocina de aire futurista, hoy una pieza histórica. Esa muestra, fuera del recinto de la feria, generó el recelo de arquitectos que no habían sido invitados. Para acallar las quejas, el Salone decidió incorporar, como su mayor argumento, el diseño de vanguardia. La prensa extranjera aplaudió la iniciativa. Hablaron de los muebles italianos como de piezas extravagantes, impactantes, de ciencia-ficción. Corrían los años sesenta y la empresa Boffi ya presentaba minicocinas, y el desaparecido Colombo, muebles polivalentes. Desde entonces, Italia fue la vanguardia. De ese país partieron propuestas audaces como la butaca hinchable Blow de De Pas, D'Urbino, Lomazzi y Scolari, que aún hoy se produce. En 1972, el mundo reconoció el diseño italiano con una exposición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York: Italy, the new domestic landscape (El nuevo paisaje doméstico italiano). Con el tiempo, el Salón ha pasado de ser una muestra comercial a convertirse en un teatro de las oscilaciones del gusto, un barómetro del diseño. El referente internacional y el modelo que siguen otras ferias.

Valencia: las mejores instalaciones

La Feria Internacional del Mueble de Valencia tiene su origen en la antigua Feria de Mayo, que se celebraba en la ciudad en los años treinta para mostrar los productos autóctonos tradicionales. Con el tiempo, los comerciantes decidieron independizar los muestrarios. Los juguetes tuvieron feria propia y en 1963 se inauguró la Feria del Mimbre, la Madera y la Maquinaria para la Madera, precedente de la actual. Fue un grupo de empresarios el que consiguió que el Ministerio de Comercio aceptase la necesidad de crear una feria que en su primera edición contó con 365 expositores y en la última superó los 1.500. Es internacional desde que en 1978 la Unión de Ferias del Mueble la reconoció como tal. Y, al contrario de lo que le sucede a la de Colonia, nunca ha dejado de crecer. Hoy, Valencia cuenta con las mejores instalaciones de Europa: las mayores y las más preparadas, que fueron remodeladas hace poco más de un año. Si en el origen de la Feria Internacional del Mueble de Valencia está el mueble clásico, hoy la apuesta es por el diseño y la innovación. Con ese objetivo, la feria premia el mejor producto del año, organiza encuentros con diseñadores, concursos para estudiantes y profesionales, y ha puesto en marcha NUDE, una apuesta por la innovación y el diseño que firman los que ahora empiezan.

París: la cita madrugadora

También el Salón del Mueble de París tiene un premio al mejor creador del año desde 1992. En él, más de 1.000 expositores que presentan novedades para el ámbito doméstico. Puede que la Feria de París no sea la mayor, pero con 45 ediciones a su espalda, sí se cuenta entre las más antiguas de Europa. Además es la más madrugadora. Se celebra a principios de enero, antes de la Feria de Colonia, y por eso presume de adelantar las tendencias de todo el año que empieza. Es singular porque no está especializada en diseño contemporáneo. Abarca todas las gamas y estilos de mobiliario, y sólo su sección Metropole se encarga de hacerse eco de las nuevas tendencias.

Colonia: el referente más serio

En la edición de este año, la Feria Internacional del Mueble de Colonia (Die Internationale Möblelmesse) cumplió 40 años. Lo celebró con una crisis. El número de expositores descendió de nuevo —como sucede desde 2002—, en lo que constituye una tendencia compartida por otras ferias. Pero cada vez se hace más evidente que Italia le ha ganado la batalla a Alemania. Acudir a las ferias cuesta caro, y muchas empresas han decidido hacer de Milán la capital del diseño. Tal vez por eso, la organización alemana ha optado por buscar alternativas y ha dejado de ser un escaparate de muebles para convertirse en un foro en el que se habla, se propone y se discute el diseño. Lo mejor de Colonia es lo que ocurre fuera de los pabellones. Donde esta feria quiere ser una fábrica de ideas. En cada edición analiza a fondo un tema. La cocina de vanguardia fue el tratado en la edición del pasado enero. Y la muestra Ideal House ha adquirido fama internacional como consagradora de nuevos talentos. Por ella han desfilado diseñadores hoy tan reconocidos como los hermanos Bouroullec, de Francia; Karim Rashid, de Nueva York, o los Campana, de Brasil. En enero, una española fue, por primera vez, la invitada a diseñar su casa ideal: Patricia Urquiola ideó una casa-revancha tras años de dominación machista.

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