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El encuentro sobre turismo cultural no consigue acordar conclusiones

Se había anunciado un final con conclusiones e incluso recomendaciones para las actuaciones turísticas en el patrimonio cultural, pero la complejidad del fenómeno y los diferentes puntos de vista sobre el tema impidieron ayer que hubiera un consenso entre los asistentes al encuentro sobre turismo cultural celebrado esta semana en Barcelona, organizado por la Fundación Caixa Catalunya. Lo ejemplificó en la clausura Serge Guilbaut, teórico de la Universidad de Columbia, que no sólo se mostró abierta y amigablemente en desacuerdo con las tesis del director del encuentro, Yves Michaud, sino que aseguró que "el peligro es una cultura de consenso y por eso hace falta debatir las discrepancias".

Michaud había atacado a los "paranoicos" que acusan al turismo de inventar identidades culturales artificiales, que "siempre es mejor comerciar con una identidad falsa que con la violencia". "El turismo cultural es un comercio ficticio, pero no lo critico porque necesitamos esta ficción, estos sueños", señaló. Para Guilbaut, en cambio, "la ficción es importante, pero, igual que pasa en la literatura o el cine, hay ficciones que están bien y otras que están mal. Y la buena es la que ayuda a la gente a pensar y hacer autocrítica y no la que intenta meterlo todo en un cajón en el que se nos dice lo que está bien y lo que está mal sin posibilidad de réplica, porque si no te gusta eres tonto". Guilbaut denunció la "manipulación" que a su juicio realizan muchas instituciones culturales en este sentido y alertó sobre el papel de la publicidad y del querer buscar "el benecificio a cualquier precio". Se trata, indicó, de reivindicar un turismo inteligente en el que "no todo vale". "Ya está bien de pensar que el turista es estúpido. Hay que comenzar a organizar cosas interesantes que le permitan no sólo mirar al otro, sino también intentar comprenderlo".

El antropólogo mexicano Nestor García Canclini apuntó algunas posibles recomendaciones para el futuro, como la creación de una carta de derechos y deberes de los turistas. "Y lo primero es establecer que el turista también tiene derechos, que no sólo los tienen las agencias, los hoteles o los guías. Otro sería el derecho a no ser empaquetados, que no los conviertan en una mercancia intercambiable. Y, el tercero, el derecho a ejercer un turismo militante que permita descubrir las múltiples identidades de un lugar y no sólo la que se considera turísticamente correcta". La organización se emplazó a continuar el debate en el futuro en un formato aún por determinar.

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