Bent Hamer ironiza sobre la obsesión por los experimentos sociológicos
El director fabula en 'Kitchen stories' con la idea de que un investigador pueda observar continuamente la conducta de un individuo en su cocina
Se imaginan tener en su cocina durante las 24 horas del día a un señor calvo sentado en una silla alta, como la que usan los jueces de tenis, observándolos y anotando todos sus movimientos? El cineasta noruego Bent Hamer (Sandefjord, 1956) no sólo ha fantaseado con ello sino que, basándose en esta idea como punto de partida, ha construido una inclasificable película titulada Kitchen stories. Semejante ocurrencia, sin embargo, no es completamente original, ya que al director de cine se la inspiró, hace unos años, la lectura de una enciclopedia sobre asuntos domésticos editada en la década de los cincuenta, donde se hablaba del Instituto de Investigaciones del Hogar fundado en Suecia. Los científicos de dicha entidad, entre otros descubrimientos, comprobaron que un ama de casa sueca caminaba por término medio en su cocina una distancia equivalente a la que separa la ciudad de Estocolmo del Congo.
Esos experimentos, orientados en aquel momento a mejorar la funcionalidad y la ubicación de los electrodomésticos dentro de los domicilios, jamás salieron de los laboratorios, pero Bent Hamer ha querido que el que recrea Kitchen stories -el examen del comportamiento en la cocina de varones solteros residentes en una zona rural noruega- sí lo haga. "No me extrañaría que si las investigaciones se hubieran realizado en las casas, tanto el método utilizado como los resultados hubieran sido bastantes similares a los que muestra el filme", comenta Hamer. Fidelidad histórica aparte, la prueba con ínfulas empíricas con la que fabula el director le sirve para ironizar sobre la obsesión por los inventos de los años cincuenta, pero también como excusa para hablar, en un tono agridulce, de otras muchas cosas, como la amistad, la soledad, la moda de la telerrealidad, la conflictividad social y hasta de la ancestral rivalidad entre suecos y noruegos. En este último capítulo, el director se alinea claramente con los suyos. "El enfrentamiento entre Suecia y Noruega viene de muy antiguo, pero hoy en día más bien es un asunto de chiste. Por eso he querido incluirlo en el argumento, para acentuar la comicidad de la historia", se justifica.
La cinta -que ha recibido numerosos premios desde su estreno en 2003, entre ellos, ese mismo año, el de la Semana de los Realizadores de Cannes y la Espiga de Plata de Valladolid- comienza con la llegada de un grupo de funcionarios del Instituto de Investigaciones del Hogar a Landstad, en la Noruega profunda. Uno de ellos, Folke (Tomas Noström), se instala, encaramado en su silla con largas patas, en la cocina de Isak (Joachim Calmeyer), un viejo campesino solterón, que acepta participar como voluntario en el programa. El científico persigue el objetivo de seguir las idas y venidas del propietario de la casa desde los fogones a la fresquera. Entre las condiciones del contrato, figura la de que los dos hombres deben ignorarse, no pueden cruzar ni una palabra. Pero, con el paso de los días, la cláusula de silencio empieza a tambalearse. La trama se complica con las suspicacias que despierta en el tercer personaje protagonista, Grant (Bjorn Floberg), vecino y amigo de Isak, la incipiente simpatía que surge entre investigador e investigado.
¿Por qué eligió sólo a hombres para protagonizar esta historia? "Es curioso, ¿verdad?", se ríe Bent Hamer, "sobre todo teniendo en cuenta que, en los años cincuenta, en las cocinas sólo entraban las mujeres". "Pero", añade el cineasta, "decidí que los personajes fueran varones por dos motivos. En primer lugar, me permitía bromear más con las situaciones que se creaban y, por tanto, me resultaba más fácil lograr el clima de humor que buscaba. Y, después, podía presentar la amistad en estado puro; no cabían las lógicas connotaciones sexuales que hubieran podido darse en caso de que uno de los dos hubiera sido mujer". "Además", asegura, "la ineptitud de los hombres para la conversación y para establecer relaciones sociales refuerza, en mi opinión, uno de los subtemas importantes del filme: el de la soledad". "Hay mucha más soledad en los hombres que en las mujeres", acaba.
A propósito de los conflictos
El director de esta rareza titulada Kitchen stories compara la dificultad inicial existente en la relación entre Isak y Folke -el dueño de la cocina y su fiscalizador- con los obstáculos que impiden solucionar los "problemas políticos internacionales" y acabar con las guerras. "Siempre es más fácil excluir que incluir al prójimo y, aún más, si éste es un desconocido", sintetiza Bent Hamer. "Me interesa mucho explorar en los orígenes de la conflictividad mundial y, viviendo en un país tan pacífico como el mío, en el que apenas hay tensiones, me resultaba más fácil intentar expresarme a través de una metáfora: las relaciones interpersonales", añade el cineasta. Y concluye: "Creo que la historia de Isak, Folke y Grant puede extenderse a todo conflicto a gran escala. Porque cuando uno se siente seguro donde está, le resulta muy difícil tener el coraje de abrir la puerta a algo nuevo".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.