Laboratorio doméstico
Aunque la fregona sea un invento español, los suecos son unos magos en la exploración de la ciencia de la morada. En los años cincuenta, después de que el Instituto de Investigación del Hogar descubriera que muchas amas de casa recorrían cada año en su cocina la distancia entre Estocolmo y El Cairo, se pretendió estudiar el comportamiento de los varones solteros, para lo que el centro envió un equipo de trabajo a pueblos de Noruega. De semejante labor da muestra Kitchen stories, película de Bent Hamer, ganador de la Espiga de Plata al mejor director en la Seminci de 2003.
En el algo tedioso primer tercio, el espectador debe acostumbrarse a un ritmo muy especial que va acompañado de continuos fundidos en negro que ejercen de elipsis, lo que provoca que, al ser secuencias muy cortas, el sistema produzca cierto desasosiego. Sin embargo, si se entra al trapo, se descubrirá una encantadora historia sobre la soledad y la incomunicación.
KITCHEN STORIES
Dirección: Bent Hamer. Intérpretes: Joachim Calmeyer, Thomas Norström, Bjorn Floberg, Reine Brynolfsson. Género: comedia. Noruega, Suecia, 2003. Duración: 95 minutos.
Sentado con un cuaderno de notas en una esquina de la cocina, como un juez de silla de tenis, uno de los científicos se topa con un sabio solitario que le descubre que a veces los ratones son más listos que los científicos. Como dice uno de los técnicos: "¿Cómo vamos a saber algo sobre la gente simplemente sentándonos en nuestros pedestales?". Kitchen stories, amable comedia de apariencia absurda, gana puntos conforme avanza su metraje, hasta llegar al trazado de un cómico y cariñoso retrato de la, a veces, franqueable barrera entre campo y ciudad; entre tradición y modernidad; entre, en fin, la altura de miras y la estrechez de mente basada en un vacuo cientificismo.
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