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ANÁLISIS | NACIONAL
Columna
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Un viaje con retorno

LA PROPUESTA ANTITERRORISTA presentada por el PSOE durante la última sesión del debate sobre el estado de la nación con el respaldo de los demás grupos parlamentarios fue rechazada por el PP con el retorcido argumento de que su aprobación significaría el viaje sin retorno hacia una capitulación frente a ETA. Ni los precedentes ni el contenido de la resolución justificaban el alarmista toque a rebato de los incendiarios populares. Lejos de anunciar una estrategia sin posible marcha atrás o incompatible con vías de acción paralelas y complementarias, la moción votada esta semana por el Congreso reproduce frases de algunas resoluciones aprobadas anteriormente por los parlamentos español y vasco con la única finalidad de autorizar un eventual diálogo del Gobiero con ETA -sin pagar ningún precio político a cambio- si la banda dejase las armas.

El PP vota en solitario en el Congreso de los Diputados contra una moción del PSOE sobre política antiterrorista que había sido previamente consensuada con el resto de los grupos parlamentarios

De un lado, el apoyo "a los procesos de diálogo" entre "los poderes competentes del Estado" y "quienes decidan abandonar la violencia" -supuesto circunscrito de manera exclusiva a que se produzcan "las condiciones adecuadas" basadas "en una clara voluntad" y "en actitudes inequívocas"- está tomado literalmente del Pacto de Ajuria-Enea de enero de 1988, deudor a su vez del Acuerdo de Madrid suscrito en 1987 por catorce partidos -entre otros Alianza Popular- con representación en las Cortes Generales. De otro, esa claúsula potencialmente habilitadora del Gobierno para dialogar con ETA no impidió que la policía y los jueces sigueran deteniendo y condenando a los miembros de la banda terrorista durante 17 años; tampoco las dos frustradas tentivas realizadas para intentar esa salida debilitaron al Estado de Derecho.

Zapatero asume ciertamente el riesgo -como González en 1989 y Aznar en 1998- de ser malinterpretado por la opinión pública y engañado por sus interlocutores. Sin duda, debería tomar las medidas necesarias para evitar que sus gestos y palabras suscitasen expectativas ilusorias entre los demócratas y elevaran la moral de los terroristas. Pero la oposición por su parte también tiene la obligación democrática de dar por descontado en los gobernantes -al igual que el valor en los soldados- el propósito de guardar la Constitución, cumplir las leyes y erradicar el terrorismo. No parece ser desgraciadamente el caso del PP, capaz de alentar incluso algunas disparatadas insidias sobre las tenebrosas connivencias del PSOE con el 11-M. Las demagógicas intervenciones de Rajoy y Zaplana en el debate del estado de la nación advierten de que el PP se dispone con entusiasmo a instrumentalizar de manera irresponsable y desestabilizadora la lucha antiterrorista. ¿Qué habría ocurrido si el PSOE hubiese acusado al entonces presidente Aznar -que anunció solemenmente en 1998 sus contactos con el MLNV -de "traicionar a los muertos", "negociar con criminales" y "dar a ETA el título de interlocutor político" ?

Los fracasos cosechados por González en 1989 y por Aznar en 1998 ¿deberían haber disuadido a Zapatero de emprender ese tercer intento? Por lo pronto, Aznar no se consideró vinculado por la mala experiencia de su predecesor cuando decidió enviar una delegación de alto nivel a Zurich a entrevistarse con la cúpula de ETA, aunque su ministro del Interior le hubiese advertido de que se trataba de una tregua-trampa. Tampoco las reglas del razonamiento inductivo -a menos de incluir en la lista el refrán no hay dos sin tres- fijan el número de experimentos exigibles para desechar una hipótesis de trabajo: Zapatero puede creer que existen datos justificadores de esa tercera intentona. Que el Gobierno se vaya preparando, sin embargo, si este nuevo esfuerzo fracasa. Durante el verano de 2003, Aznar imputó mezquinamente a los socialistas el oscuro deseo de que la estancia de los soldados españoles en Irak fuese un lúgubre viaje sin retorno para explotar así políticamente sus cadáveres; la malévola proyección por el ex presidente de tan ruines motivaciones sobre sus adversarios dan plausibilidad al temor de que los atentados de ETA sean utilizados el día de mañana por el PP como una falsa pieza de convicción contra el Gobierno.

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