El derecho a vivir
Escribo porque, después de tres largos años intentando, a base de denuncias, que me respeten como ciudadana y, sobre todo, como ser humano, me fuerzan a "drogarme" (tomar somníferos: que crean dependencia y anulan la voluntad, sin padecer imsomnio en condiciones normales) para poder ejercer mi derecho al descanso, a la intimidad, a poder vivir y dormir en paz en mi propia casa, en mi hogar.
Vivo en Triana, junto al patio del Colegio Salesiano, que linda también con el Hospital Infanta Luisa, y parece que los vecinos de esa zona no somos merecedores de nuestros derechos: hasta hoy en dicho colegio no sólo se conforman con el ruido diurno sino que, sin respeto alguno, se juegan varios partidos nocturnos de fútbol al mismo tiempo y diferentes actividades deportivas y musicales, provocando ruidos molestos, insoportables (gritos, toques de silbato, cantos de gol, pelotazos...), hasta las... ¡4 de la madrugada!
Invito a quien pueda creer que esto es imposible en un estado de derecho, a que lo compruebe con sus propios oídos, viniendo a mi casa todos los viernes ...y fiestas de guardar, a partir de la medianoche. Cualquier medida de decibelios humanamente insoportable será superada.
Por si fuera poco, sufro Diabetes Mellitus tipo I, con importantes secuelas en el riñón, y los descontroles de azúcar que me provocan estos estados nerviosos me llevan al coma, hasta el punto de tener que haber sido atendida por el 061 en reiteradas ocasiones, con lo cual mi aspiración por la vida no es ninguna tontería.
Solicito que las autoridades competentes -que hasta ahora han ignorado todas estas denuncias- pongan fin a esta situación, pues los organizadores de estas actividades han apostado incluso vigilantes a la puerta del mencionado colegio para impedir la entrada, y los vecinos que hemos denunciado la situación tenemos prohibido el paso.
Sólo pido que se aplique la ley, y el respeto a la convivencia. Sólo eso, porque soy joven, trabajadora, estudiante, persona, sin más medios que los que me procuro para sobrevivir. Y me niego a huír de mi casa o a drogarme para poder estar, leer, estudiar, ver una película, descansar, dormir... porque -a pesar de todo- sigo creyendo en la vida. Quiero vivir en paz.
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