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Kirguizistán refuerza sus fronteras con Uzbekistán

Mientras llegan nuevos testimonios de la matanza ocurrida en la ciudad uzbeka de Andiyán el viernes pasado, la república vecina de Kirguizistán refuerza los puestos de control en la frontera para impedir que "elementos destructivos" puedan entrar en el país. Anteanoche hubo escaramuzas entre los soldados uzbekos y hombres armados en la zona limítrofe, probablemente pertenecientes al grupo que logró huir el viernes durante el ataque de las tropas a la sede de la Administración provincial, donde los extremistas se atrincheraron.

Las autoridades niegan que las tropas hayan disparado contra la población, pero nadie les cree. El ministro del Interior, Zakir Almátov, ha dicho que unos 70 organizadores de los desórdenes han sido detenidos y que los eliminados son más. Almátov habría confirmado que hubo cerca de 2.000 heridos, algo imposible si el Ejército no hubiera disparado contra los civiles, como ha afirmado el dictador Islam Karímov. Fuentes médicas dijeron ayer a la agencia Interfax que en la morgue de Andiyán hay 75 cuerpos de hombres que perecieron luchando contra las tropas el pasado viernes.

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Después de que los periodistas fueran expulsados de Andiyán por las autoridades, Mijaíl Zigar, corresponsal del diario Kommersant, logró entrar en la ciudad el sábado y vio en el césped ante la sede de la Administración provincial decenas de cadáveres. "No serían más de 50", escribe. La gente le explicó que se trataba de los cuerpos que sus familiares todavía no habían recogido y que los soldados en la mañana habían llenado cinco o seis camiones con muertos. "Los llevaron allí, donde están las colinas, y los echaron en una fosa común", le dijeron. Algunos vecinos calculaban las víctimas mortales en 500, otros en 700 y habían quienes afirmaban que eran miles. El domingo, agentes del Servicio de Seguridad llegaron a la habitación de su hotel y obligaron a Zigar a abandonar la ciudad. Comprobar el número de muertos en la masacre ordenada por Karímov es imposible, pero se puede asegurar que fueron muchos.

En la frontera, la situación ayer era de relativa tranquilidad, pero la noche anterior se produjo un tiroteo en el que habrían perecido ocho soldados y tres hombres armados. En Karasu, a unos 40 kilómetros de Andiyán, la gente continuaba pasando a territorio kirguiz en busca de refugio. Hay aproximadamente unas 5.000 personas que han huido desde Andiyán y que desean cruzar el río que las separa de Kirguizistán. Allí las autoridades han abierto varios puntos de chequeo, donde han redoblado el control de los refugiados, para impedir que se filtren extremistas.

Washington se mostró ayer "profundamente preocupado" por la situación e hizo un llamamiento a las autoridades uzbekas para que permita libre acceso a la Cruz Roja a la zona afectada por las protestas populares. El portavoz del departamento de Estado de EE UU, Richard Boucher, dijo que la estabilidad de Uzbekistán depende del respeto de los derechos humanos y del imperio de la ley.

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